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La Escuelita en Neuquén: volver al infierno más de treinta años después

Escrito por el marzo 5, 2014


(Por La Retaguardia) En el marco del tercer tramo del juicio por delitos de lesa humanidad que se desarrolla en esa provincia, jueces, querellantes, sobrevivientes, familiares y periodistas recorrieron después de treinta años el predio que funcionó como centro clandestino de detención, tortura y exterminio y que fue demolido en un vano intento por ocultar el horror que allí se vivió.

Pedro Maidana es sobreviviente de La Escuelita y testigo en este tercer tramo del juicio. Tras su liberación, no había vuelto a este lugar hasta el miércoles 19 de febrero pasado cuando se realizó una visita ocular junto a otras víctimas, familiares, jueces y abogados.
“Después de haber estado secuestrado ahí no había podido volver nunca más –contó luego en diálogo con Oral y Público–, años después ya en libertad describí todo lo que pude, todo lo que guardé en mi memoria, buscar hasta el plano, la ubicación, la orientación, todo lo que traté de recordar para que eso fuera denunciado. En cambio, sí habían vuelto en 1984 varios de los compañeros que estuvieron ahí, en una visita casi de avezados y desafiantes, junto con la APDH y otros organismos de derechos humanos, y periodistas en este caso del diario Río Negro, por lo que se conservan algunas fotos. Habían ido orillando el río, los terrenos del Batallón, en los fondos. Después se vendió parte del terreno del Ejército y no se había podido acceder más, ahora gracias a los pedidos de las distintas querellas, el tribunal oral en este caso accedió hacer una visita de reconocimiento y una constatación ellos mismos en el lugar donde estuvo esta edificación y que después de 1984, y a pesar de que en ese entonces el juez Rivarola había dictado que no se tocara esa edificación, el Ejército pasó la topadora, volteó todo, quedaron los escombros, muchos yuyos, tratando de borrar lo más posible lo que fue en su momento este centro clandestino de detención”.
A pesar de la topadora y los intentos de borrar la historia, los sobrevivientes reconocieron el ex CCD y dieron todo tipo de detalles a los magistrados: “era la oportunidad de demostrarle y decirle a los jueces, y a los medios que también fueron y pudieron tomar registro y fotos, de todos los que estábamos ahí, que nosotros recordábamos y podíamos demostrar y decir ‘acá estuvo, fue acá, el galpón, acá estaba la edificación, acá pasaba esto’. Hubo mucho sentimiento pero también creo que todos los que fuimos tuvimos la madurez necesaria para asumir el rol que nos competía, estábamos ante los jueces y los abogados de las querellas, y ante la prensa definiendo, acá funcionó el centro, alguien lo manejó, alguien se encargó de coordinar toda el sistema represivo de secuestros y detenciones, y exterminio en esta zona. Otros compañeros que ya habían ido en 1984 lo tenían más claro y definido, ‘estuvimos acá, se veía el tanque, el alambrado, una especie de canal, el camino de acceso’, lugares que todos recorrimos vendados, tirados dentro de un vehículo, esposados, y al camino lo reconocimos porque es un acceso que se mantiene más o menos igual con partes de pedregullo, por supuesto había una similitud con el relato y testimonio que hicimos”, relató Maidana.
Para el sobreviviente y testigo de la causa, la inspección ocular fue muy importante para el avance en el juzgamiento de estos delitos: “para que los jueces tomen conciencia de lo que fue, lo que nos pasó y más allá de los terribles relatos que se escuchan normalmente en todos los juicios, de los padecimientos de los compañeros que secuestraron, que ellos lo vean un poco más en los sitios, porque para las personas que no estuvieron es como una vaga idea, hasta incluso dudan si habrá estado, habrá funcionado, entonces vamos y les decimos acá había tales árboles, acá había un galpón”, agregó.

Otras voces

Maidana es también periodista de FM La Colmena de Plaza Huincul, que integra la Red Nacional de Medios Alternativos, y durante la visita ocular recogió voces y sensaciones de otros protagonistas presentes en el lugar, que compartió con Oral y Público.
El testigo David Lugones había participado de esa primera visita a La Escuelita en 1984, apenas tres meses después de la vuelta de la democracia: “vinimos con la Comisión de Derechos Humanos de la Legislatura de Neuquén y Río Negro, los medios de comunicación, Noemí Labruna que era el alma mater, y nos metimos por este lugar, porque del otro lado, en los fondos, no hay alambrado, entonces nos pudimos meter y llegamos. Lo hacían pasar como un lugar abandonado, habían sacado las puertas y ventanas, pero reconocimos el lugar por dos o tres cosas fundamentales. En mi caso el baño que era donde me habían sacado la venda en un momento, entonces yo había hecho un plano donde estaba la ducha, el inodoro, el lavatorio, y estaban burdamente arrancados los caños; había una torreta de vigilancia en el techo y la habían tapado con un burdo cemento que se veía clarito que había habido un agujero en esa loza; los álamos que nos golpeaban la cabeza antes de llevarnos a la tortura, estaban también ahí. Así que reconocimos el lugar, y no quedó ninguna duda para los que estuvimos allí que ese era el lugar de La Escuelita, y a partir de ahí quedó comprobado que aquí había funcionado un centro clandestino de detención. Un par de años después la justicia hizo el mismo relevamiento y a pesar de que ordenó que esto no se destruyera, lo hicieron, pero hoy todavía están las bases y los álamos o los hijos de los álamos de esos que nos golpeaban, porque ya han pasado unos cuantos años. Siempre es bueno que los jueces vivan en vivo y en directo, más allá de los papeles, lo que sucedió. Yo he venido varias veces por distintos motivos, y pude ver las bases, siempre es importante ver y comprobar físicamente y resguardar también el lugar como un sitio de memoria”.
También estuvieron presentes Oscar e Inés Ragni, papás de Oscar Alfredo, desaparecido desde el 23 de diciembre de 1976. Conmovida, Inés afirmó: “uno es consciente de que tiene que estar muy bien parado en la tierra para que nadie se aproveche de uno, creo que en todos los lugares hemos venido firmes, sabiendo a qué venimos, buscando la justicia, por eso estamos 37 años resistiendo. Muchísimas veces vinimos a esta zona, porque cruzábamos al riachuelo con los chicos a bañarse, pero después que desapareció mi hijo, nunca vinimos, esta es la primera vez”.
Su marido Oscar relató la historia del predio donde funcionó La Escuelita: “esta construcción fue primero un matadero, la carne se compraba para todas las unidades de Neuquén a través de licitaciones de aquí, del comando de la sexta brigada de Infantería de Montaña, vino un comandante que parece que tenía familiares o amigos en el interior, que se dedicaban a la hacienda, y dijo que era más barato comprar la hacienda en pie y faenarla, para eso dispuso hacer un matadero que a posterior fue la escuela. El comandante se fue a los pocos años y el matadero ya no se necesitaba, entonces se usó como depósito de rezago. Durante la dictadura de Onganía, se disolvieron varias unidades militares de Caballería y llegaron al Batallón cuatro o cinco oficiales que venían del norte y que tenían el privilegio de poder tener a sus animales, a los que ponían a disposición de las fuerzas armadas a cambio de que se los  mantuvieran. Con el correr del tiempo, esa gente se fue yendo a otros lugares, y volvió a hacer depósito. A fines de 1974, ya se estaba rehaciendo nuevamente el edificio y era para La Escuelita. Yo veía en la cantina donde trabajaba a gente del barrio que estaba en la construcción e iban a comer ahí, les pregunté qué hacían y me comentaron que parecía que volvía la caballería porque estaban tapiando, poniéndole de nuevo techo a los boxes, reacondicionando, tapando las ventanas y poniendo abajo cadenas y aros de hierro para atar los caballos. Pero obviamente no era para eso, estaban readecuando el edificio para hacer lo que después fue La Escuelita como lugar de detención. Yo dejé de venir para esta zona, pero ya en 1974 se estaba haciendo y la utilizaron durante parte de ese año y de 1975 para las víctimas de la triple A”.
Dora Seguel, ex detenida desaparecida, aseguró que estar en La Escuelita remueve mucho: “pero pienso en los compañeros, y quiero que la verdad salga a la luz como es, que nos dejen de dar vueltas, porque ya son muchos años. La verdad es esta, la que cuenta cada uno de los que pasó por acá, creen que pasando una topadora la historia se termina, pero está la memoria de cada compañero, no podemos detenernos y este es un paso más hacia la justicia verdadera que estamos buscando todos. Por ahí uno se pierde el objetivo, porque viene un caso, viene el otro, y hasta más de uno debe decir que ya basta porque duele, no solo a los que vivimos la represión en 1976 sino a los que leen los diarios, les debe doler. Pero es la realidad que vivimos y es la que tiene que salir a la luz y tiene que aparecer en los libros de historia, en los diarios, en todos lados porque es nuestro país, nuestra patria, y nuestros compañeros, mi hermana, dieron la vida por un cambio en este país y todavía tienen la hijaputez de decir que fue una guerra de dos demonios, y salen a reflotar eso una y otra vez”.
 Maidana también recogió las voces de varios integrantes de las querellas en este juicio.
Natalia Hormazabal, abogada por el Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (Ceprodh), describió la visita como un momento muy fuerte y esperado: “habíamos solicitado desde 2008 que se haga esta inspección ocular en lo que fue este centro clandestino tan importante para el circuito represivo que funcionó en la región. Nos parece que es un momento histórico porque luego de tantos años en esta causa, que es una misma  que se ha desmembrado y se han hecho distintos juicios, hoy podemos estar junto a víctimas, familiares, sobrevivientes y también la prensa, presenciando el lugar por donde pasaron tantos compañeros y compañeras, y un lugar donde nosotros seguimos exigiendo justicia. Nosotros tenemos absolutamente claro, independientemente de esta inspección ocular, que el centro clandestino existió, que por acá pasaron muchos compañeros y compañeras que fueron brutalmente torturados, que fueron desaparecidos de este lugar también y que fue parte de un engranaje fundamental de lo que fue el genocidio en la región”.
En el mismo sentido, Ivana del Bianco, también del Ceprodh, aseveró que la inspección ocular demuestra que las pruebas las siguen aportando los sobrevivientes y los familiares: “acá no hay un genocida, ni un gobierno abriendo los archivos de la dictadura militar.
Esta medida era muy importante y necesaria porque demuestra que esto no podía funcionar si no era parte de un engranaje fundamental, y cada una de las partes era una pieza fundamental del genocidio. Está muy cerquita el Batallón de Ingenieros de Construcción 181, todos los que estaban ahí sabían lo que pasaba en La Escuelita, escuchaban seguramente los gritos de compañeros y compañeras, que con sus oídos están tratando de reconocer un lugar porque estaban vendados, porque eran torturados y sin embargo están haciendo un esfuerzo muy grande, después de más de treinta años, para aportar piezas fundamentales para que se condene a los genocidas. Nosotros esperamos que todo esto sirva para que vayan a una cárcel común. Estamos medio cansados de tanto aporte de las víctimas y sobrevivientes, removiendo su dolor, para que después vayan a cómodas prisiones domiciliarias. Vamos a ver qué pasa al final del juicio, porque se pueden tomar muchas medidas, escuchar a muchos testigos y después como pasó el año pasado a la mayoría de los genocidas se los absolvió , no se reconoció la verdad histórica de lo que pasó en Argentina. Para nosotros es importante esta medida, demuestra que los sobrevivientes todavía pueden aportar mucho más”.
Del Bianco también se refirió a Luis María Fernández, asesor del Ejército en 1984: “es el que le negó a la Comisión de Derechos Humanos, cuando vinieron a hacer el reconocimiento, ahora está cobrando una jubilación de privilegio porque se jubiló como juez de la cámara provincial de Neuquén, eso demuestra que las impunidades continúan”.
Para Marcelo Medrano, querellante por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, algo que no puede pasar desapercibido tras la inspección es la cercanía del predio con los fondos del Batallón: “en las dos causas anteriores se discutía mucho acerca de las guardias, cómo circulaban, cuál era el marco perimetral, las distancias. El estar parados acá, indica claramente que no podía pasar desapercibido lo que pasaba en La Escuelita porque es realmente notoria la cercanía que hay con los talleres y las guardias que ahí circulaban. Ahora cobran explicación algunas cuestiones que tienen que ver con los ingresos por la noche, o las personas que entraban agachadas a la escuelita, a fuerza de patadas y golpes porque realmente la cercanía es notable. No sé qué pensarán los jueces, pero está claro que estar todos acá con las víctimas y viendo lo que queda de La Escuelita que es un lugar vacío con algunos ladrillos tiene una significación desde lo humano fundamental sobre todo por la cantidad de víctimas que fueron recorriendo juntas el lugar y recordando cosas”.

La continuidad del juicio

Además de la inspección ocular en La Escuelita, se realizó otra en la Policía Federal, y quedan pendientes para los próximos días los reconocimientos en las comisarías de Cipoletti y Cutral Co.
En el caso particular de Cutral Co, Maidana especificó: “la comisaría 14 fue el lugar donde a medida que nos iban secuestrando nos iban llevando, instalando allí, algunos fueron torturados, maltratados, más de sesenta vecinos, generalmente jóvenes. Van a venir a la comisaría que ya está señalizada como sitio de tránsito de secuestros y torturas, lo hicimos el año pasado. Después de estos reconocimientos, este tercer juicio va a entrar en la etapa preparatoria para los alegatos, quizás haya alguna otra audiencia de concepto, después se tomarán un mes más, así que quizás para abril o mayo esté la sentencia, pero todavía faltan un cuarto y quinto tramo”.
En ese último tramo, la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos y Ex Presos Políticos de Cutral Co y Plaza Huincul, que integra Maidana, se constituirá como querellante por primera vez, ya que a mediados del año pasado consiguió su personería jurídica.

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