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Patovicas violentos, una historia que se repite todos los fines de semana

Escrito por el septiembre 18, 2014


Oscar Castellucci ante un homenaje
para su hijo Martín

(Por La Retaguardia) En la madrugada del domingo 14 de setiembre, Franco Mercier debió ser internado tras haber sido golpeado brutalmente por los patovicas del boliche Privilege de Costanera Sur. Aunque se trata de una postal habitual de los viernes, sábados y domingos por la noche, este hecho tuvo especial trascendencia mediática porque la víctima es el hijo de un jugador de fútbol. Dialogamos con Oscar Castellucci, presidente de la Asociación Civil Martín Castellucci, sobre esta problemática y la falta de voluntad de las autoridades para modificar esta situación.

“Más allá del trabajo que hacemos y del compromiso que tienen muchos en esto, desgraciadamente no deja de ser una noticia esperada”, expresó Oscar Castellucci al referirse a lo sucedido el fin de semana pasado en la Costanera Sur.
En diálogo con el programa radial Sueños Posibles, Castellucci manifestó: “pasa lo que va a seguir pasando mientras no haya una decisión verdadera, que vaya más allá de las palabras, de las autoridades de modificar esto, que se puede modificar pero hay que tener voluntad de hacerlo y eso parece que es lo que falta, por eso siguen pasando estas cosas tan terriblemente dolorosas. El caso del chico Mercier no es una situación excepcional, no es que pasó ahora y hacía mucho que no pasaba. Lamentablemente pasa todos los fines de semana y el tema suele no tener trascendencia, mientras el maltrato persiste”.

La lucha de un padre tras el crimen de su hijo

Martín Castellucci fue asesinado por un patovica del boliche La Casona de Lanús en diciembre de 2006. Desde ese momento, su papá no solo luchó para que los culpables del crimen sean juzgados y condenados, sino que además creó una Asociación Civil y logró la aprobación, en 2008, de la Ley de Espectáculos Públicos que regula la actividad de los llamados controladores de admisión y permanencia.
Teniendo en cuenta todo lo sucedido desde la muerte de su hijo, Castellucci consideró que se avanzó poco en esta problemática: “mucho menos de lo necesario, porque lo necesario es que no mueran pibes, ni que los golpeen, ni los lastimen, así que estamos lejos”.
“Nosotros impulsamos la Ley Nacional 26.370 que regula la actividad de estos tipos –explicó–. Se trata de capacitarlos, de que tengan que presentar certificado de antecedentes, que tengan que hacerse un apto psicológico, y como es una ley cuya materia es federal necesita la adhesión de las jurisdicciones. En este punto, la Ciudad de Buenos Aires, donde sucedió lo de Mercier, adhirió a esta ley pero después se des-adhirió, en una especie de mamarracho jurídico, derogando un arma que hubiese servido para que esto no sucediera, entonces me da mucha bronca porque son cosas que uno sabe que van a pasar, que pasan y que se pudieron haber evitado”.

Otra ley de la ciudad que no se reglamentó

En efecto, la Ciudad de Buenos Aires adhirió a esta ley en 2010: “conseguimos enhebrar con trabajo y esfuerzo un acuerdo entre el Frente para la Victoria y el PRO, (Juan) Cabandie y (Cristian) Ritondo (por entonces jefes de bloque de ambos partidos en la Legislatura porteña). Lo hicieron por unanimidad, yo estuve en la sesión, me tiraron flores, todo muy maravilloso”, recordó Castellucci.
Sin embargo la reglamentación de la ley no avanzó: “durante dos años caminé cuanto lugar de la ciudad me llamaran para reglamentar esa ley –relató–, la Subsecretaría de Seguridad, la Dirección General de Seguridad Privada, la Agencia Gubernamental de Control, el Instituto Superior de Capacitación de Seguridad… nunca pudimos avanzar ni media letra porque había una presión concreta de un sector puntual que son los bolicheros que están organizados, que presionan al gobierno y el gobierno es ‘sensible’ a esa presión. Intentaron por acá y por allá meter una reglamentación que tergiversaba el objeto de la ley que es que el Estado se haga cargo de registrarlo, rehabilitarlo, exigirle que se capaciten, pero como no pudieron presentaron otra ley des-adhiriendo a la ley nacional. Ritondo, que es quien firmó el proyecto original, estaba además a cargo de la Legislatura en el momento en que se desadhirieron. Esto no deja de ser una decisión política, pero lo que hicieron fue peor porque subsumieron esa ley en la ley local 1913, que regula el tema de la seguridad privada, cuando el objeto central de la Ley 26.370 es separar de la seguridad privada a los controladores de admisión y permanencia. En conclusión, un mamarracho”.
Respecto a lo sucedido puntualmente con Franco Mercier, Castellucci manifestó: “si hablás con alguien del Gobierno de la Ciudad te van a decir que el boliche estaba clausurado y que abría igual. Pero abría igual porque hay un juez contravencional que tiene la apelación fácil. Estos también son sensibles ante los empresarios. Cuando los empresarios piden un amparo se lo otorgan rápidamente para que el boliche pueda abrir entonces se vuelve una especie de magma, en el cual todo está entremezclado, en donde todos tienen responsabilidades. ¿Alguien vio alguna vez un juez contravencional de la Ciudad de Buenos Aires? Nadie lo vio, entonces ese tipo es el que decide, habilita que ese lugar abra, que tenga controladores que no están capacitados, que no estén registrados, que uno no sepa quiénes son y el resultado indefectiblemente termina siendo el de un pibe lastimado”.
Castellucci explicó que a partir de estas agresiones se pueden abrir causas penales pero que transitar el laberinto del Poder Judicial es muy difícil: “la experiencia a mí me indica que salvo en los casos trágicos de muerte, las causas suelen terminar en nada porque el Poder Judicial, que no es la justicia porque la justicia es aquello por lo cual peleamos y el Poder Judicial es una institución de hombres que tienen los mismos defectos de cada uno de nosotros, algunos muy acentuados, te terminan desgastando porque vos no tenés apoyo. Cuando condenaron al asesino de Martín la verdad que hubo una frase en la sentencia que yo siempre destaco porque el tribunal se hacía cargo del actuar ritual de la Justicia que perdía de vista cuestiones esenciales, que era darle bolilla a este tipo de problemáticas y que solo lo hacía cuando se producía la tragedia, me pareció muy interesante eso del fallo porque realmente es lo que sucede en la realidad, no te dan bolilla, te ningunean, les parece que no es algo importante, la lesión en el mejor de los casos termina superándose y a vos te liman, te liman, te liman y en un momento parás. La verdad que tenés que tener mucha constancia, a nosotros nos costó mucho. Para nosotros fue una tragedia terrible la pérdida de Martín y eso nos dio fuerza para pelearla, para no bajar los brazos pero es muy difícil porque el sistema está preparado para hacértelos bajar”.
De todos modos, Oscar Castellucci nunca bajó los brazos y aunque muchas veces se siente –según sus propias palabras– “como un quijote, como un loco peleando contra los molinos de viento”, continúa su lucha para que se cumpla con la Ley de Espectáculos Públicos que él mismo impulsó y para que ninguna otra familia pase por lo que él tuvo que sufrir con el asesinato de su hijo Martín.

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