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Juicio por torturas a Luciano – Día 1 – El orgullo de ser la mamá de Luciano Arruga

Escrito por el mayo 5, 2015



(Por RNMA) La primera audiencia en el juicio por torturas a Luciano Arruga, que tiene como acusado al policía bonaerense Julio Diego Torales, estuvo cargado de emoción, tristeza y dolor. Con el testimonio central de Mónica Alegre, la mamá de Luciano, la jornada que comenzó poco antes del mediodía, culminó pasadas las 16. Mañana brindará su testimonio Vanesa Orieta, la hermana de Luciano. Antes, desde las 8:30 la APDH de La Matanza convocó a una conferencia de prensa para denunciar nuevos aprietes contra Pablo Pimentel y su familia, vinculados a la muerte de Gabriel Blanco, un caso parecido al de Arruga por el que le abrieron una causa al referente de la APDH de La Matanza.

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-¿Qué opina de que un chico de 16 años tuviera que salir a cartonear? -le preguntó Juan Grimberg, unos de los abogados del policía Torales, a Mónica Alegre, la mamá del joven secuestrado, desaparecido y asesinado.
Como en la películas de abogados, un murmullo creciente recorrió el lugar. Mientras la presidenta del Tribunal Oral en lo Criminal Nº3 de La Matanza, Diana Volpicina, rechazaba la pregunta por no hacer al objeto procesal -las torturas contra Luciano- y hasta calificaba de imprudente la acción del abogado, Mónica no soportó la pregunta y soltó decidida: “yo le voy a responder: me sentí orgullosa de que mi hijo saliera a cartonear, porque no andaba con ningún arma y había rechazado una oferta que varios policías le habían hecho. Me sentí orgullosa, así como hoy me siento orgullosa de ser la madre de Luciano Arruga, ¿alguna otra pregunta?”, respondió, conmovida y desafiante, Mónica Alegre.
Si bien no fue el tono en el que transcurrió la primera jornada del juicio contra Torales, sí hubo varios momentos de tensión durante las declaraciones del día de hoy, en el que pasaron por la silla y el micrófono preparados en el centro del salón de la Unión Industrial de La Matanza, especialmente acondicionado para la ocasión, la mamá de Luciano, Mónica Alegre; los médicos Margarita Fontela y Orlando Gabriel González; el joven Juan Gabriel Apud, amigo de Luciano; Rocío Gallegos, integrante de Familiares y Amigos, que convivía con Vanesa Orieta en ese momento, y la madre del policía Torales, Zulma Robles, que fue convocada en carácter de testigo de concepto.

“Vane, sacame de acá que me están cagando a palos”

Las palabras de Mónica Alegre eran las más esperadas de hoy. No solo porque se trata de la mamá de Luciano, sino porque fue, junto a Vanesa, su otra hija, testigo presencial de las denuncias del propio adolescente, que señaló a los policías que le habían pegado con su madre y su hermana presentes en el destacamento.
Mónica relató con detalles el derrotero de su hijo en aquella jornada que le cambiaría la vida: “salió a las 7 aproximadamente. Estaba trabajando en una fundidora con Damian Piraino (el autor del libro Detrás de Luciano y en ese momento pareja de Vanesa Orieta) y con uno de sus hermanos. A las 11 aproximadamente vino un patrullero a casa y me dijeron que mi hijo estaba preso por robar. Cuando voy, me atiende un policía y me dice que espere que ya me van a atender. Entonces aparece un policía y me dice ‘soy el Teniente Torales, no puede ver a su hijo, está incomunicado, preso por robo’. Pasan las horas y Vanesa se empieza a poner nerviosa. Luciano la escuchó y abrió una puerta y le dijo: ‘Vane sacame de acá que me están cagando a palos’ y una bota cerró la puerta por detrás, o sea que Luciano no estaba solo. Vane se tuvo que ir a trabajar a un call center y me pidió que no lo dejara solo -continuó Alegre llorando desconsoladamente-, pero tuve que hacerlo porque me dijeron que solo lo soltaban si les llevaba la partida de nacimiento (Luciano no tenía documentos), por lo que tuve que ir hasta Puente La Noria a la casa de mi cuñada que le estaba tramitando los documentos. Volví como a las 17 y cerca de las 19 conseguimos que lo dejaran libre”.
Visiblemente agobiada, aunque sin perder nunca la sensatez en su relato, Alegre desató todo su dolor al contar cómo fue la salida en libertad: “Luciano no me habló, estaba enojado conmigo, me decía que yo era una ortiba, porque yo intenté todo el tiempo que él no les respondiera más y él me decía: ‘vos porque no te pegaron como a mí, ni te hicieron comer un sanguche escupido como a mí… si te hubieran hecho eso no me pedirías que baje la cabeza y no les responda’. Por suerte luego habló mucho con Vanesa”.

Después de aquel día, otro Luciano

Todos los testimonios de su núcleo social aseguran que Luciano Arruga cambió su manera de ser tras aquella jornada en el destacamento. “en realidad todo cambió con el ofrecimiento para trabajar para la policía -aseguró su madre-, pero luego de aquella detención ya no iba a trabajar, salía poco con el carrito. Iba solo a la casa de su hermana, a la de sus amigos o estaba en casa, pero ya no estaba en la calle”. Rocío Gallegos, que vivía con Vanesa Orieta en el lugar donde Luciano durmió casi todas las noches entre aquel episodio y su secuestro definitivo, también fue en el mismo sentido: “yo tenía poco trato con Luciano. Venía casi todos los días y pedía permiso para ir al baño, porque en general venía para eso ya que no tenía baño en su casa. Casi no hablaba conmigo. Pero un día me encontró por la calle, cerca de mi casa, un día que él sabía que Vane no estaría, y me dijo que no podía volver a su casa. Esto fue 15 días después de la detención. Yo le dije que no se preocupara, que era inverosímil que no lo dejaran volver a su casa. Ahora lo veo y creo que debí haberle dado otra respuesta. Creo que él me vino a plantear que quería venir a vivir con nosotras y yo no lo comprendí”, dijo angustiada Gallegos. La joven también contó que fue testigo de cómo, durante la mañana posterior, Orieta llamó por teléfono al destacamento y pidió hablar con Torales: “‘vos le dijiste que lo iban a violar’, le dijo Vanesa, que estaba muy preocupada por esa amenaza”. Torales, según los testimonios, le dijo a Luciano que no les respondiera más porque lo llevarían a la 8ª “donde están los violines”, tal como recordó el fiscal Longobardi en la presentación del caso por parte del Ministerio Público.

2 médicos, 2 revisiones

Tras ser detenido en Perú y Bolívar, en Lomas del Mirador, Luciano fue trasladado hasta un hospital en el que una médica legista, Margarita Fontela, revisó al joven y constató que no tenía ninguna marca, según reconoció en su informe. A Fontenla le preguntaron reiteradas veces acerca de en cuánto tiempo aparece una marca tras un golpe, ya que varios testigos vieron a Luciano salir del destacamento por lo menos con un golpe visible: un moretón incipiente en el pómulo izquierdo. La especialista en medicina legal revisó a Luciano con unas luces especiales que detectan cualquier imperfección traumática en la piel. Luciano no tenía marcas cuando fue detenido. Sin embargo, tras regresar a su casa con la madre -“en un silencio eterno”, graficó Mónica-, Luciano esperó a la llegada de su hermana Vanesa, quien lo convenció para que fueran juntos a constatar los golpes. Así llegaron al Policlínico de San Justo, donde el Dr. Orlando Gabriel González, dejó asentado por escrito que Luciano tenía “un traumatismo en la región facial del lado izquierdo”. En su declaración como testigo, González dijo que ese tipo de marcas son producidas por un golpe de puño: “tendría que ser un cachetazo demasiado fuerte para dejar una marca”. Sin esa lúcida decisión de su hermana, quizá hoy sería muy difícil probar que lo golpearon. Ese informe será esencial si se consigue una sentencia condenatoria.

Con el carro a otra parte

-¿Tuvo algún vínculo con Julio Diego Torales? -le preguntó, como a todos los testigos, la presidenta del tribunal a Juan Gabriel Apud.
-No.
-¿Y con Luciano Arruga mientras vivía?
-Si, era amigo de Luciano -contó Apud.

Apud y Arruga se conocían desde pibes, desde muy pibes, ya que Luciano fue asesinado siendo un pibe aún. Luciano iba a la casa de Juan Gabriel, a la vuelta de la suya, todos los días. “ya había sido detenido en varias oportunidades, en algunas de ellas con sus amigos. Pero esa vez apareció golpeado y llorando. No venía bien. Al otro día fue a mi casa y ahí hablamos de lo que pasó. Me dijo que lo habían llevado por averiguación de antecedentes porque habían robado a un chico de una escuela. Me dijo que lo habían golpeado y verdugueado. Nos mostró algunos golpes que tenía. El de la cara y unas rayas violetas que tenía en la espalda, creo que de los bastones que usa la policía”, detalló Apud. También remarcó que Luciano fue otro después de ese episodio: “quedó con miedo a trabajar con el carro. Varias veces nos había pasado, antes y después de ese día, que desde un patrullero un policía, apuntándonos con su arma, nos decía que nos teníamos que ir a otra zona. Nos íbamos 30 cuadras más allá y el mismo patrullero, de la misma manera, nos decía que no podíamos trabajar ahí… o sea, no podíamos trabajar en ninguna parte”, explicó el amigo de Luciano.
El joven sufrió varias veces durante su testimonio la presión de los abogados defensores, en la búsqueda desesperada de contradicciones con testimonios anteriores. En uno de ellos, por una diferencia sobre si lo había visto regresar del destacamento rengo o directamente apoyado en su madre, el tribunal subrayó esta diferencia como una contradicción.

¿Preso político?

Dejando entrever una defensa más política que técnica, uno de los abogados de Torales, el Dr. Juan Grimberg comenzó su participación en el juicio diciendo que el policía “es un preso político acusado por un organismo ligado al gobierno nacional”, en alusión al CELS e ignorando la participación esencial de la APDH de La Matanza, aun cuando ambos organismos de derechos humanos comparten la querella de parte de la familia del joven desaparecido. “Es un planteo exótico y un engendro jurídico”, sostuvo el abogado, al tiempo que recordó que la defensa solicitó la comparecencia del presidente del CELS, Horacio Verbitsky; del gobernador Daniel Scioli; del intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, entre otros funcionarios públicos provinciales.
La madre de Torales, Zulma Robles, fue en el mismo sentido, y relató que tuvo varias entrevistas con el primer juez de la causa, Gustavo Banco, que próximamente estará ante un jury por su mal desempeño en la causa junto a las fiscales Roxana Castelli y Celia Cejas. Según Robles, Banco le habría dicho: “yo hago lo que mis jefes me ordenan”. De ser cierta esta aseveración de Banco, cabe preguntarle si el entorpecimiento permanente al que sometió a la causa fue también una orden de sus jefes.

Con la camiseta y la bandera de River

-Mamá: el día que yo me vaya cuidala a mi hermana -le dijo Luciano a Mónica unos días después del 22 de septiembre de 2008.
-¿Adónde vas a ir? -le respondió casi tan desesperada como ahora Mónica.
-No preguntes má, siempre preguntando… Poneme mi camiseta de River y envolveme con mi bandera.
“Era como que sus sueños y sus proyectos habían quedado en otro lado”, dijo entre sollozos Mónica.

Todo indica que Luciano Arruga, aún cuando recuperó su libertad el mismo día, quedó encerrado definitivamente tras esa detención arbitraria e ilegal.
En la segunda jornada se escuchará el testimonio de Vanesa Orieta. La conferencia de prensa con la que recibió a los periodistas que la esperaban dejó un adelanto. Como siempre, Orieta dejará su discurso claro bien alto para recordar y defender a Luciano. Y volverá a ocupar ese lugar tan extraño en el que la ha colocado la vida: haber perdido a su hermano la convirtió en una referencia de los que luchan por un Nunca Más en democracia.

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