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La muerte del represor Scheller y la mirada de Víctor Basterra

Escrito por el agosto 24, 2015


Raúl Scheller, genocida, uno que no
murió impune.

(Por La Retaguardia) El miércoles 12 de agosto falleció a los 70 años el represor Raúl Enrique Scheller, capitán de navío (RE). “Mariano”, “El Pingüino” o “Miranda” fue integrante del grupo de tareas 3.3 de la ESMA y luego formó parte del Centro de Documentación de la Armada. Murió en la cárcel de Marcos Paz, con una condena a perpetua de 2011 y mientras era juzgado en el tercer tramo de la Megacausa ESMA, que ya está en etapa de alegatos. En el programa Oral y Público, que se emite por Radio La Retaguardia, Víctor Basterra, sobreviviente de aquel centro clandestino de detención y parte del equipo del programa, trazó un perfil de Scheller.

“En el momento de nuestro secuestro en agosto de 1979, Scheller era el segundo jefe de inteligencia, el primero era (Luis) D’Imperio. Scheller era hombre del riñón propio de la armada dura, era un torturador; yo no lo vi a él directamente, vi a algunos cuando se me levantaba la capucha, pero seguramente estaba ahí. Sí participó en algunos momentos de las pausas que hacían, en las preguntas era él, él estaba ahí, es decir que al menos era interrogador en las sesiones de tortura, y seguramente era torturador también porque los tipos estaban dedicados a la inteligencia. Él era hombre de la armada, del grupo de tareas, mientras D’Imperio era hombre del SIN (Servicio de Inteligencia Naval). En ese momento la jefatura de Inteligencia estaba en manos del SIN, pero quienes estaban contrabalanceando el poder eran los del grupo de tareas y justamente el segundo jefe de inteligencia pertenecía al grupo de tareas, o sea que era un hombre de confianza”, relató Víctor Basterra.
Raúl Enrique Scheller estaba detenido en la cárcel de Marcos Paz cumpliendo la condena a perpetua que había recibido en 2011 por los delitos de lesa humanidad cometidos contra 86 personas, en el marco del juicio por el primer tramo de la Megacausa ESMA. A Scheller en particular, el tribunal lo había hallado culpable de 19 casos de privación ilegal de la libertad e imposición de tormentos, y por 12 de ellos también se lo responsabilizó de sus homicidios calificados. Actualmente se encontraba entre los imputados del juicio por el tercer tramo, en el que junto a otros 67 represores estaba siendo juzgado por delitos contra 150 víctimas.

Microfilmaciones

En otro segmento de Oral y Público, Víctor Basterra relató que alrededor de junio de 1983, Scheller fue al centro clandestino de detención, tortura y exterminio que funcionaba en el predio de la ESMA junto al capitán Jorge “Tigre” Acosta, Alberto “El Gato” González Menotti y otros colaboradores que eran antiguos oficiales de inteligencia en el grupo de tareas: “aparecen a recopilar toda una serie de datos y microfilmaron todo el material, todo lo que consideraban importante. Microfilmaron miles y miles de hojas durante mucho tiempo, durante tres meses todos los días, hasta la noche, trabajaban con sus colaboradores. El material que ya había sido microfilmado fue quemado, esa había sido un poco la orden de Bignone (Reynaldo, último presidente de la dictadura), que más o menos la dio a conocer en octubre, creo que fue, pero ya había sido microfilmado todo. Sobre ese material se decía que lo tenía Acosta, se decían muchas cosas, en época ya del Estado de Derecho se habló de que había sido llevado a distintas partes del mundo y depositado ahí, todo manejado por la Armada. Eran elementos de inteligencia que se manejaron ahí, seguramente habrá habido algo en la SIDE”.
Sobre la importancia de hallar estas microfilmaciones, Basterra explicó: “sería un gran ordenador porque se sabría perfectamente, si se lograra desclasificar todo eso, en qué área estaban, en qué centro clandestino estuvieron los compañeros… no nos olvidemos que ellos nunca hablaron porque si lo comenzaban a hacer se mandaban al frente entre ellos, por eso silenciaron a todos los que fueron silenciando desde (Horacio) Estrada hasta (Héctor) Febres y ahora se están muriendo estos. En algún momento hubo uno al que la muerte lo alcanzó antes de que terminara sus registros escritos, que fue Juan  Antonio del Cerro, ‘Colores’. Él empezó a hablar en la cárcel y así yo por ejemplo conocí los nombres de algunos ñatos que uno se preguntaba quién era, como el caso de ‘Rodilla’ por ejemplo, y este tipo los daba a conocer. Pero Del Cerro empezó a hablar y lo alcanzó la muerte antes”.

Colores perversos

En relación a Juan Antonio del Cerro, Basterra recordó: “yo siempre era un espectador de los diálogos entre ellos, no participaba; en un momento determinado estaban jugando al ajedrez o a las cartas, Colores mira el reloj y dice ‘uh, se me está haciendo tarde, tengo que ir a la psicóloga’, y los compañeros le dijeron cómo iba a la psicóloga si él era muy fuerte. ‘No, boludo, ¿te crees que es fácil chuparse a un tipo y darle máquina?’, respondió. Ese tipo, en su momento, empezó a hablar algo, era un maestro de torturadores, terrible hijo de puta, fue el primero que me dijo ‘Sacate la capucha y mirame, la próxima vez que me veas en la calle, yo te voy a pegar un tiro en la cabeza’. Según decían, entre El Gato y Colores habían creado la Carolina, que era la máquina que por ejemplo me dieron a mí, que no deja marcas, produce el mismo efecto que la antigua pero sin dejar marcas, evitaban así el olor de carne quemada y las lastimaduras en el cuerpo”.
Según relata Mario Villani en su libro “Desaparecido. Memorias de un cautiverio”, Del Cerro, conociendo las habilidades de Villani para reparar elementos eléctricos, le entregó una picana que había dejado de funcionar para que la reparara. Villani, que estuvo secuestrado en cinco centros de tortura de la dictadura (Atlético, Banco, Olimpo, Pozo de Quilmes y ESMA), dudó pero a la vez sabía que no podía negarse. Entonces inventó un acto de resistencia: la reparó, efectivamente, pero le dio un voltaje menor que el que se utilizaba normalmente.

Aunque no quedan dudas de que Scheller se llevó con él importante información sobre lo sucedido durante el Terrorismo de Estado, cabe remarcar que murió condenado y en cárcel común. La mayoría de las veces se deben contar historias de aquellos que mueren impunes, pero en este caso, Scheller no solo murió condenado sino que seguramente iba a recibir una nueva pena en el marco del tercer tramo de la megacausa ESMA que se está desarrollando en los Tribunales de Comodoro Py, en la etapa de alegatos.

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Opiniones
  1. Anónimo   /   julio 7, 2017, (3:53 am)

    En agosto de 1979 el teniente Scheller ya hacía un mes que estaba instalado en la agregaduría naval argentina en Madrid (España).
    Esto demuestra lo trucho de esos juicios que sólo sirvieron para que algunos corruptos se enriquecieran ilícitamente con dinero de indemnizaciones provenientes del Estado.

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