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Víctor Basterra, el primer eslabón de la memoria

Escrito por el octubre 12, 2015


Cómo obtuvo los negativos y las fotos de los militares y sobre todo cómo los sacó de la ESMA para luego presentarlos ante la Conadep. ¿Qué otros documentos rescató además de las ya legendarias fotos? En la mayoría de las emisiones de Oral y Público contamos con la palabra, la reflexión y la voz de Víctor Basterra. El sobreviviente de la ESMA es un integrante más de este equipo de trabajo; sin embargo, esta vez quisimos entrevistarlo para que nos cuente su experiencia en el Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio que funcionó en el predio de la Escuela de Mecánica de la Armada. (Por La Retaguardia)

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Víctor Basterra es -para el puñado de sobrevivientes, los fiscales e incluso para los imputados- el testigo clave de la Megacausa ESMA. También es el primer eslabón en la reconstrucción histórica. Si bien ese lugar lo ocupan todos los testigos con sus valientes testimonios, el aporte documental de Basterra y su capacidad para comprender, en el terrible momento de los hechos, la importancia de recuperar documentos, no solo de memorizarlos, lo coloca en ese lugar especial. Él lo sabe, y por eso resalta su testimonio gráfico por sobre el oral: “eso no tiene contra; además, en ese testimonio documental, se da una mirada muy precisa sobre -por ejemplo- los nombres de los tipos. Muchos ni sabían que alguien podía robarle el nombre de esa forma, y eso se hizo con esa memoria de la que uno está más o menos dotado. No me gusta la autorreferencia, no soy amigo de eso, uno siempre es parte de un conjunto, de un colectivo grandísimo y cada uno ha ido aportando un montón de cosas, por supuesto hay quienes siempre aportan un poco más; lo que sí señalo es que ha sido tanto el odio, la sorpresa o la decepción que les produjo en relación a sus procederes con respecto a mí o a otros compañeros, que los tipos entraron en una especie de furia. Leyendo alguna vez la sentencia en el Juicio a las Juntas, los jueces dicen y toman como ciertas las palabras de más o menos 25 represores, que en el momento de ese año ‘85 dan a conocer el odio que tenían hacia mí, (dicen) que yo era un personal rentado y un montón de cosas; y ahí yo me di cuenta de que les había producido mucho daño”.

Mitigando el dolor con humor

Algunas de las fotos de secuestrados
en la ESMA que Basterra rescató.
(Foto: IEM)

Al ser consultado sobre si alguna vez había podido hablar de estas palabras de la sentencia con los jueces de aquel juicio, Basterra explicó: “lo que pasa es que siempre lo tomo un poco a la chacota, lo tomaron ellos y yo también lo tomé. Justamente uno de los jueces es una especie de pariente mío, lamentablemente ya fallecido, el doctor Andrés D’Alessio; el hijo, Andresito, es el marido de mi sobrina mayor, y alguna vez cuando se casó mi sobrina, nos encontramos en la casa, estaban (Ricardo) Gil Lavedra, (León) Arslanián, (Julio César) Strassera, todos juntos charlando, y bebiendo copiosamente y me cargaban, me decían cosas. Me cargaban porque uno de ellos quería viajar y no había actualizado el pasaporte, entonces le decían que me lo encargara a mí, y yo les decía que atendía después de las 18 horas”.

-Eugenia Otero: Debe haber sido doloroso que en la sentencia del juicio se haya dicho eso de vos…

-Víctor Basterra: No olvidemos que los jueces (del Juicio a las Juntas) habían jurado en algún momento las actas del proceso. La Comisión de Asesoramiento Legislativo obligaba a los jueces a firmar una especie de aprobación de un estatuto propio de la dictadura, y ellos se atenían a eso. Todos estos jueces eran parte de ese Poder Judicial, no es que a partir de diciembre de 1983 habían sido jueces que aparecían recién… no, tenían sus trayectorias, todos ellos, incluso (Eugenio Raúl) Zaffaroni. Son tipos que han tenido una actitud digna posteriormente, pero yo no entraba a discutirles eso, yo lo que veía era toda la maniobra que había sido, para mí y para muchos de los sobrevivientes, el Juicio a las Juntas, al que siempre medio que se lo endiosa, y yo no soy muy amigo de endiosar esas cosas, porque fue la preparación del terreno para que vengan cosas malas; ponen una cosita ahí donde de miles de tipos que están involucrados quedan 3 nada más o 4, 5, y pará de contar, y durante 20 años hubo una impunidad absoluta, hasta que empezó a empujar desde España (Baltasar) Garzón y se fueron prendiendo y a lo último primero se derogaron y después se anularon las leyes, pero estos 20 años los tuvimos encima”.

Herramienta de resistencia

Algunos de los listados que
recuperó de la ESMA.
(Foto: La Retaguardia)

La clave del testimonio de Víctor Basterra son sus fotografías, pero también su memoria para registrar nombres, apellidos y apodos de los represores. “Yo era bastante memorioso –recordó el sobreviviente de la ESMA– y después eso se agudizó porque era la única herramienta de resistencia, el único recurso que yo tenía para primero ir palpando cuál era la realidad que se vivía en esos lugares. Además soy un tipo muy paciente, soy de esos que son absolutamente creídos que la venganza es un plato que se come frío y es la hija del silencio, entonces uno vive en esa frialdad y en ese silencio interior, donde no puede permitir que le entren las balas de la angustia; si bien entran, uno debe sobreponerse a lo que está intuyendo que puede llegar a ser, eso es lo que a mí me dio lugar a ser paciente, tranquilo, ir midiendo todas y cada una de las cosas, y como resultado hice cosas que no sé si las volvería a hacer. Por ejemplo, no sé si volvería a robarme una llave de inteligencia, entrar y  sacar un montón de fotos de ahí adentro; robar una carpeta, sacarla del laboratorio, estar hasta las 4 de la mañana, sentir el ruido de una puerta, volver la carpeta exactamente al mismo lugar, en la misma disposición en la que estaba, cerrar la puerta, guardar la llave y mirar a ver si había venido alguien. Y yo estaba en un centro clandestino, había un montón de milicos dando vueltas y eso era muy peligroso”.
Del área de inteligencia, Basterra sacó listados con los nombres de compañeros y compañeras que habían estado en Campo de Mayo: “lamentablemente la mayor parte de esos listados se perdió en la justicia militar. Ese listado era muy importante porque daba lugar a conocer qué habían hecho en Campo de Mayo; por ejemplo, era todo el listado de compañeras y compañeros desaparecidos en Campo de Mayo, quedó algún pequeño resabio, elemento, para mostrar pero en general todo eso lo perdieron los milicos deliberadamente. Ese listado lo guardé, lo escondí, no lo revelé y fue uno de los errores, porque lo relevé en un laboratorio que tenía mi cuñado, un día muy frío y la temperatura del agua no surtió el efecto, pero de alguna forma era legible eso, una vez revelado y copiado era visible, pero todo ese material se perdió”, se lamentó Basterra.

Salvar

Parte de las fotos de los
militares (Foto IEM)

En relación a las fotos que les sacó a los militares, Basterra detalló: “se las saqué directa y abiertamente a ellos en la cara, me pedían 4 o 5 documentos, y yo siempre hacía una copia más, que escondía y en algún momento por distintos recursos que se utilizaban ahí, a lo último era una especie de tipo que lo dejaban salir una vez por semana para ir a ver a su familia, entonces yo aprovechaba y sacaba las fotos, y así fui sacando la cantidad de fotos que había, más otros materiales. No hay que olvidarse que llega un momento en que (Reynaldo) Bignone dice que había que quemar todo, entonces empezaron a quemar y yo salvé cosas, salvé un montón de libros, escritos que había, cosas que fueron entregadas, otras no porque no tienen valor judicial, son rapiñas que habían hecho los tipos, fundamentalmente de libros. Los salvé del fuego, porque después quemaron todo ese material”.

-E.O.: ¿Cómo se sacaba un libro de la ESMA?

-V.B.: Lo que pasa es que yo era un sobornador  (ríe e invita a reír) de los milicos jóvenes que me trasladaban en un coche por ejemplo, entonces el tipo preparaba todo, me miraba el bolso, y yo por ahí escondía un libro, entonces le decía: ‘después te traigo una botella… pero qué, ¿me vas a sacar este libro?’, ‘bueno, dale, pasá…’, y así… entonces yo les llevaba una botella de vino, o les hacía fotos pornográficas porque eran jóvenes que habían sido guardias muy crueles y ahora cumplían otra función, eran choferes, eran lo que estaban ahí, alguno servía café a los oficiales, o les hacían mandados.

-E.O.: Vos decías que cada vez que te pedían fotos para un documento, sacabas una copia de más y la escondías, en ese lugar era difícil esconder cosas y vos nos contabas siempre que en el lugar donde hacías las fotos había una requisa con frecuencia, ¿cómo hacías para esconder este material?

-V.B.: Yo miraba lo que abrían los tipos, antes de lo de las fotos, yo observaba todo, el movimiento de los tipos, y ellos abrían los cajones, miraban adentro de las gavetas, no abrían las cajas de papel fotosensible, entonces las cajas más grandes eran las más valiosas y esas ni las tocaban, entonces ahí empecé a guardar las copias; ojo que todo eso lo hice a partir del año ’81 cuando ya no quedaba nadie ahí, él único que estaba ahí era yo. Ahí aproveché. Yo quiero, amo, a mis compañeros, pero ahí no confiaba en nadie.

-Fernando Tebele: ¿Por qué quedaste vos solo?

V.B.: Porque los otros hacía más tiempo que estaban, por ejemplo había gente que habían sido compañeros en el laboratorio, como Daniel Merialdo, alias Andrés, un compañero que había pasado por 5 pozos, había caído en El Atlético, Banco, Olimpo, Pozo de Banfield o una comisaría y luego la ESMA. Eran 8 o 9 compañeros que habían sido secuestrados a lo largo del tiempo, del ’76, ’77, ’78, ’79, y ahí estaban, y en algún momento los utilizaban como mano de obra esclava también, Daniel era fotógrafo también, así que él me enseñó algunas cosas, como Lordkipanidse.

-F.T.: ¿A qué te referís con enseñar?

V.B.: Los rudimentos de la falsificación, yo no había sido nunca falsificador… El Sueco (Lordkipanidse) era fotocromista y en la imprenta es muy importante la fotocromía para hacer las planchas cuando son cosas de colores, se hacen con filtros, yo era impresor tipográfico, entonces había una complementación, eso hacía que fuera un equipo válido, yo después adquirí todos los conocimientos. Las primeras fotos las habré guardado en marzo, abril del ’81, y las fui sacando a lo largo de todo el año ’81, ’82 y ’83, casi tres años sacando fotos, de a poquito. Y en el ’81 ya fue liberado Lordkipanidse, y Andrés tardó un poco más, pero también.

Las salidas

Nota de cambio de guardia
que Basterra fotografió
(Foto: La Retaguardia)

Durante la extensa charla, le preguntamos si se acordaba la primera vez que le plantearon la posibilidad de salir de la ESMA: “yo veía que los compañeros salían –contó–, yo no salía, les decían ‘franco’, ‘me voy de franco’, una cosa así. Y había una mecánica que era trasladarlo al prisionero, sacarlo en un vehículo, y lo dejaban en un lugar y el compañero se iba en colectivo, conmigo también lo hicieron. No al principio, al principio me llevaron a La Plata, el 17 de enero de 1980 fue la primera vez que me sacaron, estuve dos horas en La Plata. Esto es, me llevaban en un auto, el tipo que me llevaba era un tal Ariel, con la pistola abajo de la pierna, yo salí con anteojitos, con una especie de tabique, y después me trasladó hasta La Plata. Estuve con mi familia dos horas y regresé al lugar. Por un lado, yo sentía que no era un acto de humanidad, sino que era una cuestión de decir: ‘ves, ahora conocemos dónde está tu mujer, tu hija, tu madre’. Para ellos era ampliar el control, no era una cuestión humanitaria, eso les importaba un carajo. Esas salidas eran por un lado una alegría pero por el otro un nerviosismo bastante agudizado. Otras veces me llevaron a José C. Paz, y después ya me dejaban en Cabildo y General Paz y ahí me tomaba un micro que me llevaba hasta José C. Paz”.
“Ojo que las primeras las saqué cortando los 56 clavos que entraban en el upite”, aclaró Basterra en relación a cómo fue llevando las fotografías fuera del centro clandestino. “A los negativos los saqué después –continuó–, primero comencé a sacar fotos 4×4, las fotos carnet de los milicos. Me las metía entre mi miembro viril y mis testículos, y que sea lo que dios quiera… y soy agnóstico. Fue un procedimiento que fue de prueba, y después otras veces saqué otras cosas de prueba, y así fue paulatinamente hasta que todo eso se fue flexibilizando con el tiempo, como en todas partes, quedaban menos guardias, personal, menos gente para controlarte, y al final, a lo último, en el año ’82, después de Malvinas, que ahí ya vi que comenzaba a flaquear el sistema, ya me animé más, saqué cosas más grosas, documentos, un montón de cosas”.
Retomando su agnosticismo, Basterra relató que a pesar de las experiencias vividas, nunca recurrió a la religión: “tuve algunos tics nada más, eso de ‘ay Dios’ y un compañero que estaba al lado, con el tabique, me decía: ‘ay dios pero poquito y lo poquito que hay ahora no sirve de una mierda’, casi se ponía a gritar y a mí me agarraba un ataque de risa, y se me iba la angustia a la mierda…”, aclaró entre risas.

La salida definitiva y la comunidad informativa

Nota pidiendo documentos
falsos que sirvieron para
conocer identidades verdaderas
(Foto: La Retaguardia)

El 3 de diciembre de 1983, apenas 7 días antes de la asunción de Raúl Alfonsín, el ex capitán de la Armada Julio César Binotti le dijo a Víctor Basterra que iba a salir, pero que esta vez no iba a volver. “Me dice: ‘te vas, pero no te hagas el pelotudo, porque los gobiernos pasan, pero la comunidad informativa siembre queda’. Y eso ahora se puede corroborar perfectamente. Y con esa advertencia, yo por supuesto no me hice el pelotudo… eso según lo que quiere decir pelotudo; para ellos sí me hice el pelotudo. Ahí yo tuve un momento, no de libertad pero sí de empezar a pensar otras cosas, como que esto tenía que saberse, era el mandato de mis compañeros cuando me dijeron: ‘negro, si zafas de esta, que no se la lleven de arriba’, eso es lo que quedó picando y eso es un poco lo que me impulsó a hacer lo que hice. Sin embargo, hasta fines de julio de 1984 venía cada diez días el oficial de la Prefectura, Jorge Manuel Díaz Smith (Alias Luis, a quien está dirigida la carta de la foto), a controlarme a mi casa. Hasta que con un pasaje pagado por la Conadep, saqué a toda mi familia a Neuquén”.
Tras recuperar la libertad, Basterra llevó parte de las fotos a la Conadep (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas): “fui acompañado por un amigo que me hacía el contraseguimiento. Él iba por una vereda, yo iba por otra por de la calle Sarmiento, ya que la Conadep funcionaba en el Centro Cultural San Martín, y entré medio corriendo porque la verdad que no me sentía nada seguro, y ahí dije lo que tenía que decir, les advertí que esto no trascendiera, que esto quedaba para un tiempo, pero para que ellos tengan el conocimiento, y fue una sorpresa para ellos tener todas esas fotos, porque estaban mirándolas y pensando cómo las obtuvo este tipo. Yo tenía necesidad de que esto quedara en manos de la civilidad, y en ese momento (la Conadep) era un rejuntado más o menos interesante. Yo advertí cuando empecé a hablar que los tipos que atendían, que tenían el compromiso directo con el testimonio, eran muy respetuosos, y me prometieron que no iban a dar nada de eso, y cuando les dije que en algún momento esto yo lo quería hacer en sede judicial, porque a ellos les llevé fotocopias, y en la sede judicial se tiene que dejar el original, entonces que en algún momento iba a tener que viajar y yo no tenía medios, entonces me dijeron que cuente con ellos y me facilitaron eso (los pasajes)”.

Más fotos de represores
(Foto: IEM)

Hacia el final de la entrevista, quisimos saber qué siente cuando el reconocimiento le llega, no solo de las personas que lo conocemos, sino también de aquellos que no son tan cercanos como, por ejemplo, un grupo de chicos universitarios que quiere hacer la visita a la ESMA con él: “me resulta casi una obligación prestarme a eso, no a la admiración, sino que creo que tienen que conocer la historia, y si uno todavía es transmisor de esa historia, que uno ha vivido, no me la contaron… y es bueno eso, por supuesto que me gusta la emoción pero no demasiado la admiración”.
Siempre es interesante escuchar a Víctor Basterra. Sus recuerdos, sus vivencias, sus miedos y sus risas sirven para entender, tal como lo hicimos esta vez, por qué su testimonio es clave para la megacausa ESMA, cuyo tercer tramo ya se encuentra en etapa de alegatos. El juicio más grande de la historia judicial del país tenía que tener al mejor testigo. Aunque le incomode, su valentía y precisión para armar el rompecabezas de la dolorosa historia de la ESMA, solo merece aplausos y admiración. Es difícil dimensionar cuánto menos sabríamos, seguramente demasiado, si él no hubiera sido el primer eslabón de la memoria.

Todas las fotos de esta nota se las debemos a Víctor Basterra. Algunas las extrajimos de publicaciones del IEM y otras simplemente las conseguimos. Pero todas las fotos son suyas, enormes, eternas, por que lo que en este caso las aclaraciones son solo para que sean citadas las fuentes si se republican.

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