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Nilda: gracias

Escrito por el noviembre 13, 2017



Pocas personas enseñan tanto en la vida como los ex detenidos desaparecidos. Solemos llamarlos, para acortar la referencia, sólo ‘ex detenidos’. Cuando decimos la frase completa, ex detenidos desaparecidos, el sentido cambia. Son los 30 mil. (Por Rosaura Barletta La Retaguardia)

Foto: Cachito y Nilda en la jornada a 4 años sin Luciano Arruga (Foto: González Ve)

Cristina Guerra, sobreviviente de la Mansión Seré. Era de Ciudadela, llegando al puente de Juan B Justo, General Paz y quién sabe cuántas otras arterias de la Ciudad y el Conurbano. Una vez la invitamos a un panel en uno de los festivales por Luciano, ya no recuerdo para qué año, estimo que 2010 o 2011. Antes recordaba mucho más, pero esta historia se hizo tan larga que sólo ejercitando la escritura, viendo fotos viejas o leyendo mis viejas anotaciones puedo volver a la memoria fragmentos que se escondieron. Anotaba todo en cuadernos, usaba tres o cuatro al año. Era la enviadora predilecta de informes de reuniones. Así empecé. Hablé con Cristina, que era distante y tajante, como Nilda. Le expliqué que la idea era que participara de una mesa y que en esa misma actividad lanzaríamos el libro Detrás de Luciano, así que eso iba a atravesar todo lo que pasara. No recuerdo tampoco si su panel estaba ligado directamente al libro. A los pocos días de la primera conversación, me llamó. Ya sonaba cercana y profunda, y me pidió que le llevara el libro y que lo hojeáramos juntas. Fui a su departamento en Ciudadela. Noté que tenía una fuerte dificultad para caminar y subir la escalera, en algún momento me dijo qué era, creo que artritis. Preparó tereré y nos bajamos unos cuantos litros. También fumamos como Patty y Selma. Hablamos durante horas. El libro que yo tenía estaba todo anotado, subrayado en lápiz, así que eso nos sirvió de guía para recorrer el hilo y le conté algunas cosas de la causa para darle un panorama. Además le dejé el libro, sin intención de que me lo devolviera. Soy muy tacaña con los libros, pero me pareció que era una entrega que valía la pena. Después, cuando vino al festival, me lo devolvió y me contó que le había encantado. No recuerdo si volví a visitarla alguna otra vez, pero sí que varias veces hablamos de juntarnos a tomar tereré y charlar. Volví a cruzarla en la semana de lucha en Ledesma, en un aniversario del Apagón. Ese día le pregunté si había marchado los ocho kilómetros y me dijo que no había podido, que fue directamente al acto. También volvió a participar de un panel en una actividad más adelante, y ahí cerró su intervención diciendo que los 30 mil desaparecidos no luchaban por ninguna democracia sin derechos, sino por subvertir el orden y por la revolución. Intento ser fiel a la realidad, pero esto pertenece a mi memoria. Un día, Cristina murió. Hace años.
Nilda Eloy, sobreviviente de La Cacha, el Pozo de Quilmes, el Pozo de Arana, El Vesubio, El Infierno, la Comisaría 3ra de Lanús y la cárcel de Devoto. No recuerdo cuándo la conocí, pero muy temprano la acercaron los compañeros de HIJOS Zona Oeste. Vino a una actividad a la cual, por un error mío, no sólo no había sido avisada sino que habíamos publicado su presencia en un flyer. Se vio entre los nombres de la convocatoria y vino. Ese día la presenté como ‘compañera de Julio López’, no porque no supiera quién era, sino porque estaba muy nerviosa y lo sinteticé de esa manera. Ella aclaró que era compañera de Julio, pero de cautiverio y, luego, de lucha. Compartimos un panel en un picnic del PO en el que se presentó la película Nunca Digas Nunca, porque Nilda es una de las protagonistas. Hace poco la vi en una marcha en La Plata, creo que por un aniversario del 24 de Marzo. El feriado de Carnaval, creo, nos invitó a su cumpleaños. Lo hacía varios días en una quinta. No fui porque me había ido el fin de semana ¿Cómo está Vanesa? ¿Cómo está Astu? Claro, quiere estar con el gordito. Díganle que descanse. No la quiero joder. Todo el tiempo, siempre me decía eso. Era generosísima. Me provoca una profunda admiración.
A Cachito lo conocí en la lucha, bastante después que a Cristina y Nilda. Tuvimos una reunión antes de la actividad de 2016. Ahí queríamos que nos ayudara a moderar un panel. Lo citamos con Laura al ¿ex? destacamento, le contamos nuestra idea, estuvimos varias horas. Compartí con él una lentejeada tiempo antes, en lo de Pablo y Gabi, también fueron Natacha y Matías, más tarde cayó Norita. Estaba Marga Pinto, Graciela y Dani de La Colectiva. Fue un encuentro precioso. Recuerdo que con Marga tuvieron una discusión amistosa y graciosa, nos reíamos de que se hablaban como un matrimonio entrado en años. Eran amigos entrañables. Cachito siempre fue empático, cálido, cercano. Formó el grupo de Whatsapp del Encuentro Memoria, Verdad y Justicia, en el que hablaba poco pero decía mucho. La muerte de Cachito fue un cachetazo seco, frío, inesperado. Su velorio estuvo colmado de gente de todos lados, incluso de otros países, que nos agolpamos en una sala mínima o en una vereda lluviosa para agradecerle su entrega genuina. Para mencionar las cientos de miles de causas que acompañó a lo largo de su vida. Para agradecerle su pragmatismo, su capacidad resolutiva (es una cualidad que me maravilla). El llanto nos invadió sin ninguna escapatoria. Vamos a seguir rompiendo las pelotas, Negra, pero no va a ser lo mismo sin Cachito, le dijo Nilda a Verdú en medio de un abrazo inolvidable.
Muy poco antes de que muriera Cachito, conocí al Sueco Lordkipanidse. Un personaje extraordinario. Hermoso. Emotivo y gracioso, ha contado las anécdotas más entrañables y dulces con Cachito. Aún lo conozco poco.
No tuve el honor de conocer a Adriana Calvo. Aunque debo haberla cruzado una decena de veces.
Nilda no estaba bien de salud, pero además era bastante reservada. Todo esto empezó apenas hace unos días, y ayer murió internada en terapia intensiva. Nilda tenía dolor en la mirada, siempre. Aún así, jamás le torcieron el brazo. Nilda nunca se rindió. Nunca. Nunca. Nunca. Lo desnudaba su música al hablar. Pausado, frases cortas, mucho silencio y mucha decisión. A mí me gustaba mucho escucharla, me hacía bien. Hoy no salí de casa, no quise recordarla en compañía. Quise recordarla y llorarla sola, conmigo, con mis recuerdos. El llanto me invadió durante todo el día, pero ahora estoy escupiendo mi tensión, o parte de ella. Estoy intentando que mi cuerpo se relaje.
Hay miles de anécdotas. Recuerdo algunas mientras escribo, descarto otras porque ya dije lo que quería decir. Los sobrevivientes del horror, los ex detenidos desaparecidos, pusieron, al momento de declarar, su corazón, sus agallas, hasta la última gota de su memoria a la luz de todos. Son tipos cuya vida deberían estudiar nuestros hijos, nietos, bisnietos, todas las futuras generaciones. Es que el privilegio de conocerlos, de saber de ellos es inmenso. Es una marca de fuego.

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