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Un mundial en la ESMA, (o cuando Astiz se convirtió en Abramovich)

Escrito por el junio 29, 2018


En su paso por Radio La Retaguardia como integrante de Oral Y Público, Víctor Basterra suele sacar bastante seguido alguna historia atrapante de su galera de sobreviviente del Terrorismo de Estado durante la última dictadura. Esta vez, en pleno fervor mundialista, nos contó por qué el Mundial de 1982 resultó secundario para él dentro de la ESMA; incluso explicó cómo aprovechó la distracción futbolera para cranear lo que luego sería su formidable rol como eslabón de la memoria. Mientras en España rodaba la pelota, regresaban a nuestro Auschwitz los oficiales “héroes” de Malvinas, entre ellos Alfredo Astiz. Sometido a trabajo esclavo fraguando documentos para los genocidas, Basterra tuvo que falsificar identificaciones a pedido del criminal condenado a prisión perpetua. (Por Fernando Tebele para La Retaguardia)

Foto: con esta foto de Astiz que registro en la ESMA, Basterra le falsificó documentos y lo identificó ante la justicia.


Todo empezó con una pregunta bastante simple acerca de una situación difícil de entender por fuera de un guión cinematográfico: ¿cómo se vivió el mundial dentro de la ESMA? Víctor Basterra fue de los últimos en llegar allí. Lo secuestraron el 10 de agosto de 1979. Para el ’82 ya conocía el terreno en detalles y había conseguido engañar a los marinos: “Me consideraban un técnico hábil pero medio boludo”, nos dijo alguna vez para graficar la relación construida. Así recuerda el mundial: “Terminaba esa alternativa que era la recuperación de las Malvinas con una derrota y muchos aspiraban a que hubiera un triunfo de Argentina (en el mundial). No lo hubo, pero todo estaba impregnado con esta historia. En ese momento yo estaba en el pabellón COI, que funcionaba en un edificio dentro del predio de la ESMA, no estaba en el Casino de Oficiales”, cuenta Basterra con su memoria puntillosa. “El mundial siempre era en segundo plano, porque estaban apareciendo los tipos que habían tenido participación en las batallas de Malvinas. Eran antiguos o nuevos represores, eran promocionados en la ESMA. Entre ellos, en algún momento llegó ‘El Cuervo’ o ‘El Rubio’, como le decían: Astiz. Lo recuerdo perfectamente, sobre el final del mundial. Él vino con una orden a la ESMA para hacerse un juego de documentos. Se sentó y le dije: ‘¿a nombre de quién?’, me miró y me dijo: ‘El Rubio’. Entonces me vino a la memoria lo que se había comenzado a hablar, se le decía ‘El Ángel Rubio’. Ahí me quedó claro a quién tenía adelante mío. Estaba demacrado, delgado. Tiraba un poquito de saliva cada vez que hablaba, así que también le decían ‘Saliva’ por ese motivo. De apellido en el documento me hizo poner Abramovich, no recuerdo el nombre, y la foto era de Astiz. Era un documento nacional, registro de conductor, cédula de identidad, creo que hasta un pasaporte”.
Víctor aprovechó la euforia mundialista para seguir constuyendo lo que luego sería el Informe Basterra, la ya mítica colección de fotografias de genocidas y de algunas personas desaparecidas que fue rescatando del submundo de la ESMA. Ahora constituyen el eje central de la prueba de la megacausa junto a los testimonios del resto de quienes sobrevivieron y han decidido vivir para contar. “En el contexto del mundial, yo estaba centrado en eso. Iba recogiendo las fotos que podía, las iba escondiendo, guardando. En algún momento tuve alguna salida y sacaba las fotos. Eso era en junio, julio del ’82. Esa elasticidad que se producía en esas épocas donde los suboficiales estaban pendientes del mundial, yo la aprovechaba para otras cosas. Ellos (los represores) lo vivían con algo de su idea de patria. Se les escuchaba: ‘¡Qué boludos! ¿¡Cómo vamos a perder con fulano!?’, ‘¡Cómo les ganamos a éstos!’, ‘¡Le pasamos por encima a aquel!’. Esas boludeces que dicen siempre: ‘Somo’ lo’ má’ grande del mundo'”, recuerda.
Se debate mucho por estos días acerca de si el Mundial es una suerte de gran pantalla gigante que le permite al gobierno nacional tapar despidos, miserias y ajustes. En esta historia de Basterra, Astiz y un tal Abramovich, queda claro que siempre hay alguien que se distrae y alguien que aprovecha la distracción. Y que nada es tan líneal. Nunca.

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