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Crónica de una represión anunciada

Escrito por el octubre 26, 2018


Una fotógrafa de La Retaguardia describe con sus fotos y palabras cómo vivió la jornada en el límite entre manifestantes y policías, pero parada en un lugar claro.(Texto y fotos por Agustina Salinas para La Retaguardia)

Raro: Si en algo concidimos quienes nos cruzamos el miércoles en Congreso es que el clima está raro. Y no nos referimos a la llovizna molesta y pegajosa. Lo inusual son las cantidades de piedras desperdigadas y el Congreso sin vallas. Hay un terreno preparado para que surja una escaramuza entre la gente y la policía. Por la mañana nos enterábamos de que “aparecieron” casualmente en la plaza un volquete, montones de escombros y piedras… un día en el que se espera una represión como la de diciembre durante el debate por la reforma previsional. El nivel de conflicto esperado que generó esta sesión por el Presupuesto 2019 es similar a aquel de diciembre. En el cruce de Hipólito Irigoyen y Entre Ríos no están las vallas que nuestros ojos naturalizaron en cada movilización, concentración o actividad. La policía arma un cordón mínimo de 30 efectivos con cara de susto y tremendo malhumor ante las columas que avanzan y llenan la plaza. Un colega con más estómago que yo para hablarles, le pregunta a uno de los policías por la ausencia de vallas: “Desde las 7 de la mañana que estamos esperándolas. No las traen, estamos desprotegidos”, responde. Y ante el guiño del colega por saber más y preguntar si tenía que ver con el reclamo que hacen como fuerza para volver a ser de la Federal, el policía dice con tono fanfarrón que puede ser, que él ya no sabe qué pasa y larga una sonrisa pícara buscando complicidad.

Entre saludos, charlas, abrazos, nos compartimos el limón y la protección antigas de una represión que intuimos sucederá. Mientras tanto, una policía me pregunta por qué le saco fotos a sus borcegos. Le respondo que no le saco a sus borcegos, sino al reflejo que hay por la llovizna, y como no entiende me pregunta qué veo yo que ella no. La realidad veo, señora oficial, la que me hace estar de este lado y no de ese. Me voy de ahí poniendo cara de asquito y escucho de la boca del pobre policía que exigía las vallas hace ya casi 6 horas; le dice a otro: “¿La viste a Gonzalez? Mirá que buena que se vino hoy”. Apago un segundo mis oídos para tener un margen más de tolerancia. Veo avanzar a la columna de la CCC, que se pone frente al cordón: “Vamos a llenar de ratis el paredón, los piqueteros nos bancamos la represión y el policía es un cagón”, cantan agitando los brazos.
Llegan más compas y hablamos de la gente que hay: seis cuadras de sindicales, el troskismo, la otra izquierda, movimientos sociales, el cristi-a-nismo que está y no está, como su dios. Sabemos que ha arrancado la sesión y que alcanzaron el quorum gracias al peronismo. Se empieza a tratar dentro del Congreso el presupuesto 2019. Los recortes que aprobarán serán en áreas clave: salud, educación, cultura, transporte, asistencia social, industria. Todo acorde a los pedidos de sumisión que hace el FMI.
Hay un poco de movimiento: el cordón de policías se va y viene uno más pesado, bastante más duro, diría. Uno me empuja y tengo que bancarme la rabia que me genera. Otro bardea a una colega. Otro amaga con su gas pimienta que parece una extensión de su pene y tocarlo todo el tiempo le debe generar algún tipo de placer perverso. Una piba que hace un rato gritaba “vamos a llenar de ratis el paredón”, ahora se saca una selfie con los policías, riendo contenta y la fila de efectivos sigue estática, tratando de correr la mirada del plano. Me llama la atención la remera de un hombre, con una estampa de perro malo con un arma entre la mandibula, y con esa alusión hacia los policías de ser “perros del Estado”. Pienso en que ahí hay una buena foto. Le pido permiso para y me responde: “Sí, amiga, sacame a mí pero a estos gatos de mierda no, señalando a los policías”.
Llegan las benditas rejas. Las trae un camión que tiene un banner de la Policía de la ciudad y alguien le puso la firma indeleble de la justicia al agregarle la palabra “chupala”. Los policías se tienen que poner a laburar: arman todo el vallado y entre los bardeos que se escuchan uno dice: “Y, sí, están cansados porque nunca hacen una mierda, forros”. Otro no se cansa de llamarlos mulos durante todo el armado. Alguien grita: “No repriman, somos todos argentinos”. El policía responde: “No, acá la mitad somos argentinos y el resto son extranjeros”. El yuta que dijo que Gonzalez se vino buena, no da más de cansancio. Se tira contra la última valla colocada y respira profundo. A esa altura nos quiere acribillar o irse a dormir, no sé…
Seguimos pispeando a ver qué más podría pasar cuando un compañero viene corriendo y nos avisa que hay ruido del lado del troskismo. Algunas/os fotógrafas/os corren, otras dudan. Pierdo de vista al colega con el que hablaba y decido ir para ese lado: piedras, corridas, fuegos. Un pibito envuelto en una bolsa de residuos pasa filmando con su celular, camina traqui, va y viene mientras el que sostiene la bandera de Astillero Río Santiago se asoma a la valla donde se lee “feminismo antiyuta” en aerosol. Desde ese lado veo cómo los manifestantes tiran las vallas que tanto les había costado armar a los policías. También veo al policía que me empujó disfrutando de la represión. Y desde ahí no para el avance y retroceso de ambos sectores: la gente que tira piedras y la policía reprimiendo.
Lanzan la primera tanda de gases y me refugio entre los móviles de C5N y Crónica. Coordino con dos colegas para protegernos entre todos y todas, y nos damos recomendaciones de cómo movernos. Las baldosas vuelan, los gritos contra la policía se escuchan cada vez más, algunas organizaciones y partidos desconcentran por Callao. Se me rompen las antiparras pero el limón me salva. Oh madre naturaleza, gracias por el ácido elixir antigas, pienso. El tiempo en este contexto no se registra. No sé si fueron algunos minutos o varias horas. Pasaron tres o cuatro veces en las que el gas nos llegó. Un colega tiene Mylanta, otro me hace oler vinagre, yo mastico limón, con otro nos abrazamos fuerte. Veo a otro con una botella de Coca Cola. Se riega los ojos con gaseosa para calmar el ardor. Me voy con un nuevo tip antirepresivo hacia la Avenida 9 de julio, por Rivadavia.
Hacemos dos cuadras y me refugio en un edificio con una colega. A ella misma me crucé en diciembre también escapando de los gases lacrimógenos. No sé su nombre pero es la única mujer que tengo cerca. Nos preguntamos si estamos bien. Ambas tenemos cara de pánico y ojos rojos. Avanzamos y llegamos a la rotonda de Paraná. Allí logro hacer una foto del hidrante manchado de pintura roja pero el humo del gas me bloquea por completo la vista. Sé que Pepe Mateos anda cerca. Con los ojos nublados y sin poder hablar me acerco diciendo que no veo, que por favor me ayuden. Me pasa el sagrado limón por los ojos. A los minutos puedo abrirlos y veo como los policías se intercambian los lacrimogenos y siguen avanzando, direccionados por un jefe.
Llegamos a 9 de Julio cuando la formación de policías corre hacia el lado de Constitución. Me llama la atención que todos van hacia ese lado. Los motorizados, el hidrante, todos los policías.
Recupero la señal del teléfono y me llegan llamadas perdidas, mensajes de texto y whatsapp. Un colega me avisa que estoy saliendo en televisión, mi mamá me dice textual: “Alto quilombo. Agus te vi en Crónica. Estabas sacando fotos a los ratis que estaban con los escudos. Tené cuidado porfis”. Mi amiga me dice que la espere por ahí, que está por salir para Congreso. Me cruzo con dos colegas. Nos relatamos las vivencias, les ponemos una cuota de humor, para que no sea tan pesado todo.
Seguimos viendo hacía donde ir. Constitución nos llama la atención, pero esperamos. Llega mi amiga con ganas de comprar bizcochos. Vamos a la panadería y ahí es cuando me llega el cansancio. Me arden los ojos, me duelen la espalda y las piernas. Sé que ya no sirvo para estar ahí, que mi cuerpo quiere recuperarse. Volvemos a casa. Desde el colectivo vemos la detención en Carlos Calvo y 9 de Julio. Ahora entiendo. Lo raro de un principio ahora tiene respuesta. No iban a Consti. Tenían planeado hacer detenciones a personas que estuvieron filmando cuando arrancó la jornada. Otra vez empezamos a preguntar en qué comisaria están detenidos/as. Pedimos por la libertad de los presos por luchar. La televisión no es aliada en estos momentos. Los medios hegemónicos no hablan de represión. Dicen enfrentamientos y ataques de violentos.
Diferentes versiones legitiman y deslegitiman los sucesos. Es secundario si hubo infiltrados o no, si las piedras fueron plantadas o no. El presupuesto 2019 se aprobará durante la madrugada y comienzan los juegos del hambre.

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