Canción actual

Título

Artista


El negacionista menos esperado

Escrito por el febrero 24, 2020


Las sorpresivas declaraciones del Presidente Alberto Fernández, calificando al genocidio como “las inconductas de algunos” en invitando a “dar vuelta la página”, están generando todo tipo de respuestas. Desde la opinión de Nora Cortiñas calificándolo de negacionista, hasta comunicados de muchos organismos de derechos humanos posicionados partidariamente en diferentes lugares. También hubo lugar para el silencio. Analizamos las consecuencias de la impactante declaración y si es un antes y un después entre la relación Fernández/organismos. (Por La Retaguardia)

✍ Redacción  👉 Paulo Giacobbe y Fernando Tebele
📷 Foto 👉 Captura de video del acto en Campo de Mayo

El viento que recorre Campo de Mayo le azota la cara cuando habla. Saluda a todos los concurrentes. Celebra que Naciones Unidas tenga a la Argentina como integrante en sus trabajos de paz alrededor del mundo. Les agradece a los jefes de las Fuerzas Armadas que dejan sus cargos y les da la bienvenida a los nuevos. Habla con el tono de voz que utiliza siempre: “Tengo una alegría, la alegría es que hoy todos los oficiales de nuestras tres fuerzas han salido de la democracia. Es una tristeza porque nunca debí celebrar esto, pero hoy lo celebro. Y creo que con esto toda la argentina debe dar vuelta una página. Una página que nos distanció mucho tiempo por la inconducta de algunos. Y hoy podemos decir que nuestros hombres y mujeres han nacido como oficiales en la democracia. Es la primera vez que podemos decir esto”, sostiene el presidente Alberto Fernández frente a las tropas formadas que van a a viajar a Chipre a realizar trabajos de paz.
Campo de Mayo no es cualquier lugar. Junto a la ESMA y a La Perla ocupa el podio del horror. Es uno de los tres centros clandestinos de detención tortura y exterminio por el que más personas pasaron. Allí ocurrieron las torturas imaginables y las que no también. Hubo fusilamientos y nacimientos de bebés en la maternidad clandestina.
Al comienzo del acto, en representación del obispo castrense Santiago Olivera, el presbítero Alberto Eduardo Castellanos realizó una bendición. La trayectoria de Olivera es conocida: es un incansable luchador por la concordia y el perdón para los genocidas. En 2018 Olivera realizó una misa por la reconciliación en la Basílica de Luján; Alberto Castellanos lo acompañó. Según la Agencia Informativa Católica Argentina, en 2019, en el V Curso internacional de formación de los capellanes militares católicos en el derecho internacional humanitario desarrollado en Roma, Olivera cuestionó los juicios y en su extenso discurso sacó a relucir la teoría de los dos demonios: “A los militares se los llama ‘genocidas’ o ‘represores’ mientras que a los terroristas y subversivos ‘jóvenes idealistas’. Pero sus reflexiones no se quedaron ahí: “Podemos hablar de una mala praxis judicial en los llamados juicios de lesa humanidad, ya que a todos los imputados se los priva de libertad entretanto se produce la sustanciación de la causa”. Una de las últimas acciones del Obispo castrense fue entregarles a los genocidas presos rosarios especialmente bendecidos por el actual Papa Francisco, ex Bergoglio.

La última dictadura cívico militar eclesiástica no fue una inconducta de algunos. Fue un genocidio. Un plan de exterminio que incluyó el robo sistemático de bebés, niños y niñas; los vuelos de la muerte bendecidos por la Iglesia Católica, que prestó sus terrenos para que funcionaran centros clandestinos de detención, tortura y exterminio como la Isla El Silencio. La lista de crímenes es tan horrenda como interminable. Además, la dictadura promovió la implementación de un plan económico que benefició a un pequeño grupo, aunque nunca fue debidamente investigado ni sus responsables alcanzados por la justicia. Las consecuencias de ese genocidio llegan hasta nuestro días. Pese a que desde 1983 se recuperó la democracia, la formación de las actuales fuerzas represivas del Estado estuvo siempre en manos poco populares. Incluso sus conducciones, más allá de las ropas democráticas que se hayan calzado, contaron con personajes como el General Balza, que debería explicar las desapariciones en el Regimiento N°3 de La Tablada en 1989. Más cerca en el tiempo, César Milani, con sentencias no firmes en dos juicios de los que ha salido beneficiado, se ha declarado inocente, pero mostró poco entusiasmo para condenar a sus antiguos jefes y educadores, todos parte del genocidio.

Quienes practicaron la segunda desaparicion de Jorge Julio López, la desaparición forzada seguida de muerte de Santiago Maldonado o el asesinato de Rafael Nahuel; quienes disparan sus armas todos los días contra miles de pibes y pibas o los  que desaparecieron a Luciano Arruga, también fueron educados en democracia.

En este contexto, las palabras como mínimo desafortunadas del Presidente Alberto Fernández, merecían repudio unánime de parte de los organismos de derechos humanos. Entre silencios perturbadores y unos pocos comunicados de rechazo, Nora Cortiñas, parada no sólo en su lucidez y ética, sino también en su autonomía de los gobiernos, consultada por La Retaguardia dijo: “Es un negacionista y lo lamento mucho”. Si al escucharla la primera reacción es de impacto, minutos después, analizando el resto de su declaración, la contundencia de sus palabras parece acertada.

Cabe preguntarse dos cosas. La primera es: ¿Qué hubiéramos dicho si era Macri y no Fernández? Negacionista como mínimo. Calificar como “inconducta de algunos” lo que hasta la poco democrática justicia argentina ha llamado genocidio, es negar el genocidio. No importa quien lo exprese.
La segunda pregunta sería: ¿Esto convierte a Fernández en Macri? La respuesta, al menos para quienes firmamos esta nota, es tan contundente como la anterior: No. Sobre todo por los gestos y algo más que gestos -probablemente forzados por su alianza de gobierno- que Macri nunca tuvo. Desde haber recibido a un grupo de organismos -claramente alineados políticamente-, hasta por la designación de su Secretario de Derechos Humanos. Nos guste más o menos, Pietragalla está lejos de ser Avruj.
Alberto Fernández se metió en un lío. De los dos grupos de organizaciones de derechos humanos, algunos integrantes de la Mesa de Organismos, el bloque más cercano  políticamente al gobierno, le han salido al cruce con mayor o menor cuidado (La Liga Argentina por los Derechos Humanos, la Comisión Zona Norte por Memoria Verdad y Justicia y la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, hasta el cierre de esta nota). Desde el otro grupo, el Encuentro Memoria Verdad y Justicia, todos los organismos que lo componen se han pronunciado individualmente y por estas horas intentan consensuar un comunicado conjunto.
¿Qué puede hacer el presidente para dar vuelta la situación? (porque suponemos que querrá darla vuelta). Como le pidió Cortiñas, hacer una rectificación pública. Pero quizá no alcanzaría con eso. Tendrá que fijar posición sobre los juicios por crímenes de Lesa Humanidad. Y esa posición no podrá ser la del debate presidencial, en el que dijo que los juicios eran una cuestión de la justicia. Porque eso también podría haberlo dicho Macri. Se necesita un respaldo fuerte. Y deberá poner todas las herramientas a su alcance a disposición de un proceso histórico como el de los juicios.
Si no hiciera nada de esto, deberá saber que no es tan sencillo como humedecerse el índice con saliva y pasar la página. Que somos muchas las personas dispuestas a seguir escribiendo las páginas de esta historia. Y que la creemos una historia que siempre deberemos tener a mano, para estar alerta cuando a alguien se le ocurra negar el genocidio.

Etiquetado como:

Opiniones

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.Los campos obligatorios están marcados con *