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Megacausa de Mendoza: “Ojalá hayan muerto rápido”

Escrito por el octubre 15, 2020


El 7 de julio fue la declaración de Alfredo Puente, padrino de una de las hijas de Nora Rodríguez Jurado y Rafael Olivera, a quienes desparecieron en el “Operativo Antijesuita”. En la audiencia siguiente, en el marco de la causa del  noveno juicio de lesa humanidad que se lleva adelante en el Tribunal Federal Oral Nº 1 de Mendoza,  testimoniaron María Soledad Olivera y María del Rosario Olivera, hijas del matrimonio Rodríguez Jurado-Olivera.

Texto y cobertura del juicio: Luis Angió 
Edición: Pedro Ramírez Otero / Diego Adur
Foto de portada: Archivo Natalia Bernades / La Retaguardia

 

 
 
 

 

 
 
 
Alfredo Puente declaró en el caso de la desaparición de Nora Rodríguez Jurado y Rafael Olivera. Era cuñado de Rafael y con su esposa fueron padrinos de la primera hija del matrimonio.
Olivera hizo la secundaria en El Salvador y conoció a Nora cuando estudiaban juntos la carrera de Sociología en la Universidad Católica Argentina (UCA).
 
El matrimonio Rodríguez Jurado-Olivera se fue a estudiar a Alemania. Allí nacieron Gimena y Soledad. Cuando regresaron a Argentina, en el año 1971, se alojaron en un departamento de la calle Viamonte, en Capital Federal.  En esos años quisieron amalgamar su fe católica con las relaciones sociales comunistas y la doctrina marxista. Puente dijo que “esa era la ‘melange’ ideológica con que querían justificar la violencia”.
 
Cuando asumió el Gobierno de Héctor Cámpora en 1973, se fueron a vivir a San Juan y nació su tercera hija, Rosario. Allí vivieron de manera austera. De San Juan se trasladaron a Mendoza y se alejaron de la familia. A principios de 1976 nació su última hija, Guadalupe. “En ese tiempo ya habíamos perdido todo contacto con ellos. Nosotros decíamos que estaban en la clandestinidad”, señaló el testigo.
El 12 de julio de 1976, Nora y su hija Gimena bajaron del jardín de infantes a hablar por teléfono. De ese lugar se llevaron a las dos. En ese momento, en un operativo sincronizado, fueron a la casa donde se encontraba Guadalupe, la menor, y la entregaron en el jardín de infantes a quienes estaban llevando a cabo el secuestro de su madre y su hermana.
 
Posteriormente, Ercilia, la madre de Nora, recibió en España un llamado telefónico avisando que sus nietas estaban solas en Mendoza. El suegro de Rafael Olivera era comandante de la Región Militar. A partir del llamado, viajaron a Mendoza para localizar a sus familias. Fuentes militares les informaron que Nora tenía orden de captura y les entregaron una bolsa con ropa interior, carnet de vacunas y otra documentación.
 
Encontraron a las niñas, aunque tuvieron que esperar a que el juez les diera la tenencia. “En el Plumerillo los tres abuelos y yo nos encontramos con las chicas y reconocen a una abuela. La más grande (Gimena) le dice a la más chica (Guadalupe) ´no se llora, no se pregunta´. Esto fue en julio del 76”, recordó Puente.
 
Las otras dos hermanas, Soledad y Rosario, quedaron a cargo del juez y se las entregaron a una de las abuelas. En el aeropuerto de El Plumerillo, las abuelas y el abuelo pudieron hablar con ellas y Gimena comentó que estaban “en un lugar en el centro, donde había una máquina de escribir y que jugaban con ella”. 
 
En relación a Rafael Olivera, Puente mencionó que la historia la reconstruyó a través de las hijas. Recordaron que andaba en bicicleta, aunque no hay ningún registro de lo que pasó con él. El padre de Rafael, que era general en el Comando de Sanidad, habló con otros militares en Mendoza quienes le dijeron que ellos no tenían nada que ver con su desaparición. Él creyó esa versión. Luego le dijeron que sus nietas estaban en la casa de otro militar y que a Guadalupe la tenía el intendente de Mendoza, también militar.
 
Al finalizar su testimonio, narró que le llamó la atención que denominaran “Operativo Antijesuita” a esta operación de secuestro y desaparición de personas, y recordó una conversación con su suegro en la que unos sacerdotes jesuitas chilenos le comentaron que les molestaba la orientación conservadora de los jesuitas argentinos. En esa época uno de los referentes era Jorge Bergoglio.
 
Declaración de María Soledad
 
María Soledad Olivera dijo que su abuelo paterno era General retirado y que alrededor del año 2000 fue a Mendoza a ver si podía averiguar algo sobre la desaparición de sus padres. Sólo tenía el nombre de José Luis Moyano. A través de él se enteró de que las cartas que le llegaban a su familia eran por ese vínculo. Cartas donde su abuela contaba que le decían que se estaba poniendo difícil la situación en San Juan, donde su madre y su padre habían vivido hasta 1973, antes de radicarse en Mendoza. 
La hija de Rodríguez Jurado y Olivera también comentó que su madre trabajaba en alfabetización de adultos y en la Organización Evita. Por lo que averiguó, en Mendoza conoció el caso de la desaparición de una persona de apellido Britos, aunque no conoció muchos casos más.
 
 
La denuncia de la desaparición de su padre la obtuvo del Juzgado de Mendoza en el 2006, y consta en el expediente 49143/0-861, del 11 de julio del 76. Un amigo de su papá le contó que vio que se lo llevaban unos hombres. Al día siguiente, se llevaron a su mamá que estaba con sus hermanas Gimena y la bebé Guadalupe.
 
“De eso no se podía hablar” 
 
En su testimonio, María del Rosario Olivera recordó que de grande nunca habló con sus abuelos sobre el tema, ya que “de eso no se podía hablar”. Sólo recordó que de chica, cuando tenía unos diez años, le manifestaron que “ojalá hayan muerto rápido” sus padres. “Mis abuelos fallecieron en el año 1998”, contó.
 
La testigo dijo que, a través de información que le brindó su tío, suponía que a sus padres los habían secuestrado el mismo día, aunque en horarios distintos, y que a su padre lo llevaron cuando llegaba a su casa en bicicleta. Ella y sus hermanas se encontraban solas en Mendoza. Según algunos registros estuvieron en el Centro Clandestino de Detención D2.
 
Rosario contó que Gimena tenía cinco años, Soledad 4, ella tres y Guadalupe estaba por cumplir un año al momento de la desaparición de sus padres. Gimena y Guadalupe quedaron en su casa con los represores y al otro día las dejaron en la puerta del jardín donde concurrían. Rosario y Soledad habían quedado, desde el mismo día del secuestro de su mamá, en el jardín. Posteriormente, Gimena se quedó en la casa de una de las maestras, mientras que la más pequeña, fue alojada en la casa del intendente de Mendoza. En este punto,expresó que hay una contradicción entre lo que contaron las maestras y los tíos en cuanto a los tiempos. Para éstos últimos, fueron unos días entre el secuestro y el llamado. “Las maestras dicen que estuvimos un par de semanas con ellas. Lo que sé es que el 15 o el 16  de julio recibieron el llamado de que estábamos en Mendoza y que nos fueran a buscar”, declaró.
 
 
El abogado Pablo Salinas, querellante por el Movimiento Ecuménico de los Derechos Humanos (MEDH), le pidió a Rosario si podría extraerse sangre para aportar al Banco Nacional de Datos Genéticos ante la duda de que su madre haya estado embarazada al momento de su secuestro y desaparición. La testigo manifestó que está dispuesta a hacerlo.
Fue la última audiencia de Salinas en el juicio, ya que consiguió el acuerdo del Senado tras la postulación para juez federal a propuesta del presidente de la Nación.
 
Respecto a su hermana mayor, Gimena, manifestó que nunca ha podido hablar con ella del tema, que es muy difícil hablar con ella y que en alguna oportunidad lo ha hecho con Guadalupe. Solo sabe que Gimena ha comentado que recuerda que la llevaron a un lugar con muchas ventanas, con su mamá y que luego las separaron y la llevaron a su casa con Guadalupe.Además, contó que cuando llegaron sus abuelos a Mendoza a buscarlas, y al ser ellos muy católicos, decidieron bautizar a Guadalupe. Nombraron como padrino al intendente y como madrina a Carmen Olivera, hermana de la mamá.
Por último, Rosario mencionó que vive en Bariloche y que en el 2006 viajó pocos días con otros familiares que se quedaron haciendo averiguaciones, y que volvió en 2011 cuando fue la causa. “En el 2016 fui a la casa a ver si reconocía algo, pero no recordé nada”, concluyó.
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