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“Llevaré su nombre”, el libro de Analía Kalinec, la hija del genocida Doctor K

Escrito por el julio 30, 2021


Analía Kalinec es la hija de Eduardo Emilio Kalinec, genocida condenado a cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad perpetrados durante la última dictadura cívico militar eclesiástica. Es psicóloga y cofundadora del colectivo Historias Desobedientes, una agrupación conformada en 2017 por hijos, hijas y familiares de genocidas. Con motivo de la publicación de su libro “Llevaré su nombre: La hija desobediente de un genocida”, Kalinec pasó por el programa radial La Retaguardia y habló del proceso íntimo y doloroso de escribir sobre sus lazos más primarios y su historia personal. (Por La Retaguardia)



🎤 Entrevista: Fernando Tebele/Pedro Ramírez Otero
✍️ Redacción: Gabriela Suárez López
💻 Edición: Pedro Ramírez Otero
📷 Foto de portada: Editorial Marea

Los mandatos familiares actúan sobre los integrantes del “clan” como un legado emocional, como creencias y representaciones que suelen operar de modo inconsciente e influir en el recorrido de cada uno. Romper con ellos muchas veces significa autoexcluirse del círculo íntimo, de las relaciones primarias y más estrechas. Analía Kalinec, psicóloga e integrante del colectivo Historias Desobedientes, relató en primera persona este recorrido como hija del genocida Eduardo Emilio Kalinec: “Yo ignoraba completamente la condición de genocida de mi padre y había empezado a escribir de manera muy ingenua e íntima. Una especie de diario íntimo donde le iba contando a los hijos que alguna vez tendría. En esa época recién estaba conociendo a quien hoy es mi compañero, estábamos proyectando una familia y empezaba a querer registrar esto para cuando tuviera hijos. Casi sin darme cuenta, de un modo inconsciente, como una manera de subsanar aquello que a mí me faltaba. Porque yo no era consciente en esa época de que me faltaba reconstruir mi propia historia. Sin embargo, aparece ese deseo de que mis hijos la tengan narrada y entonces es muy genuino cómo se ve narrado en primera persona ese proceso que me va llevando a escribir en los años 2002, 2003, 2004 y en 2005. Aparece esto de que ‘te quiero contar’ y le decía a mi hijo que en ese momento era chiquitito, ‘que el abuelito está preso, yo no entiendo muy bien porqué’. Iba poniéndole palabras siempre a todo lo que me pasaba y esto se ve reflejado en el libro”, dijo.
La portada del libro tiene una imagen impactante: se ve a una Analía adolescente en la rambla marplatense dándole un beso amoroso a su papá. Conmueve porque conocemos su historia y el relato tiene una distancia enorme con lo que se puede ver en la imagen. Ante la pregunta sobre esa elección, la autora contó: “Cuando en la editorial me proponen incorporar fotos al libro, yo empiezo a buscar las pocas que tengo de cuando era chica porque quedaron en mi casa materna. En la casa de mi mamá y mi papá, y ahí yo no tengo acceso. Encuentro esta foto de Mar del Plata, yo debía tener 12, 13 años. Año 92, 93, 94. Lo más gracioso es que cuando en la editorial me muestran el proyecto de tapa yo casi me infarto”. Kalinec le planteó su desacuerdo a la editorial, la foto le resultaba contradictoria y le daba “mucho pudor”. En un intento de suavizar el antagonismo entre imagen y narración, les propuso otras foto de ella jugando en la playa y, ante la duda y la mezcla de emociones, lo consultó con uno de sus hijos: “Gino, que es el más grande, me decía ‘Tiene sentido porque vos estás contando una historia entre él y vos, y está bien que los dos estén en la tapa’. Y ahí me terminó como de cerrar. Pero sí, entiendo que impacta”, afirmó. 
Analía es la hija desobediente de Eduardo Kalinec, condenado en el juicio sobre los delitos de lesa humanidad cometidos en el circuito de centros clandestinos de detención, tortura y exterminio Atlético, Banco y Olimpo, donde era conocido como el Doctor K, responsable de secuestros, torturas, asesinatos y otros crímenes. La autora escribe su libro como una declaración de principios, como un faro que la acompañe en esta búsqueda de la verdad y que le aporte la distancia necesaria para lograr la construcción y resignificación de su propia historia. En “Llevaré su nombre” incluyó una crónica de La Retaguardia sobre la audiencia de 2020 en la que Eduardo Kalinec solicitó que se le otorgue el beneficio de salidas transitorias. En esa ocasión se sumó a la querella la participación de Historias Desobedientes como amicus curiae y la voz de Analía se enfrentó al pedido de su padre.
En este camino de resistencia al interior del universo familiar, Analía eligió la escritura como modo de expresión para dar a conocer esta historia rompiendo los pactos de silencio y también como parte de una trabajo introspectivo donde aparece el descubrimiento de una fortaleza en el lugar donde se señalaba una debilidad: “Yo creo que es todo un proceso de sanación. Tengo muchas faltas de ortografía y en mi caso siempre fue motivo de hostigamiento, esto de que yo escribía mal. Recuerdo en la escuela, cuando hacían un dictado siempre me sacaba nota baja o cuando escribía mi mamá me retaba porque escribía mal las palabras. Después estudié para maestra y siempre fue un complejo tener que escribir en el pizarrón o cuando corregía los cuadernitos o las carpetas de los chicos, y estar muy atenta de no tener faltas de ortografía. Esto lo fui leyendo después en mi análisis y en mis lecturas más amorosas conmigo misma como un síntoma de algo. Por eso, cuando empiezo mis lecturas universitarias en la Facultad de Psicología para mí siempre escribir era una traba y me sentía torpe escribiendo. En los exámenes escritos sentía que no reflejaba lo que quería decir, en los trabajos prácticos siempre encontraba alguna traba en esto de poder decir lo que quería expresar”, contó. Y agregó que hubo un momento en que hizo un click ya avanzada en  la carrera de psicología donde pudo observarse con la escritura a partir de un reposicionamiento subjetivo propio: “Me llevaba a no estar tan pendiente de la mirada del otro, de cómo escribo o de qué forma escribo, y dejarme llevar por la palabra mía, íntima, del modo que sea que salga y que siempre fue algo que me resultó significativamente grato poder escribir. Como hacer catarsis. Alguien me decía que no es algo catártico: uno cuando escribe exterioriza y puede objetivar más lo que le pasa. En este trabajo de escritura hay algo que decanta a partir de que uno se relee y se va modificando en su escritura. Y veo como un proceso de crecimiento personal poder publicar este libro”, continuó.
Respecto a los destinatarios del libro, la autora aseguró: “En lo personal siento que hay algo mío, necesito hacerlo, como una pulsión de vida que se manifiesta a través de la escritura. Después tenía que ver con ponerle palabras para que mis hijos pudieran entender lo que a mí me pasaba a medida que iba sucediendo todo esto. Y también ponderar el valor testimonial y reconocer que el testimonio que uno da puede ser un aporte para otros y dejar memoria de eso, dejar registro, dejar asentado eso pensando que los alcances que puede tener son inimaginables”. Está dirigido a ella, a sus hijos, a los y las familiares de genocidas que aún no se han decidido a enfrentar la verdad. “A todos”, dijo. 
Como parte de un grupo y una generación que toma en sus manos la memoria y construye en estos casos un acontecimiento político central, Analía confesó: “Me parece que es una necesidad mía de poder escribir y sacar para afuera toda esta historia tan encerrada, tan endogámica. En muchos aspectos rompiendo también ese mandato de lo privado, del ámbito familiar, de no andar ventilando para afuera, y por otro lado que se entrama en un contexto social donde se entrelaza todo el tiempo la historia personal con la historia de un país que nunca dejó de reclamar Memoria, Verdad y Justicia”.
El libro de Analía Kalinec “Llevaré su nombre: la hija desobediente de un genocida” está disponible en formato digital a través de la página de Editorial Marea y también se puede adquirir en formato impreso a través de las distintas plataformas. Compartimos un anticipo:
“¿Dónde está mi papá? En la cárcel, por torturar, por secuestrar, por desaparecer, por represor. Sus crímenes lesionan a toda la humanidad. ¿No piensa la humanidad en el ser humano, en las madres que buscan a sus hijos, en las abuelas que buscan a sus nietos? ¿No piensan sus hijas en sus nietos? ¿En qué pensaba mi papá cuando torturaba? ¿Pensaba en serio que la Patria se defendía en centros clandestinos? ¿Piensa que la Patria se defiende secuestrando y torturando? ¿Ocultando la verdad se defiende la Patria? 

Sigue pensando que hay que eliminar al que piensa distinto. Sí, por eso me quiere eliminar de la familia, declararme indigna, desheredarme. ¿Puede mi papá desheredarme de los recuerdos? ¿Me puede desheredar de esta historia, de la vergüenza, de la tristeza? ¡Qué infeliz! No entendió nada, no entiende nada de la vida. Entiende de la muerte. Para él, todo es odio, maldad y enojo. Tonta de mí por pensar, por haber sentido alguna vez un cariño sincero de parte suya. Tonta de mí por seguir pensando que puede arrepentirse, contar lo que sabe; porque él sabe que sabe. Tonta de mí que sigo soñando con su abrazo y su mirada sincera. Tonto él que no me encuentra, no me ve que lo estoy buscando.

¿Dónde está mi papá? ¿No ve que soy su hija? No se da cuenta de que lo busco? Tonta de mí, que lo espero, que lo extraño, que lo quiero abrazar y quiero que me abrace. Tonto él, que se encierra en su silencio cobarde y criminal y que no se arrepiente de lo que hizo. Cuanto odio, cuanta maldad, cuanta crueldad. Duele, duele fuerte. Y es mi papá. Y soy su hija”

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