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María del Carmen Verdú y una emotiva despedida para Mary Bulacio

Escrito por el octubre 7, 2014


(Por La Retaguardia) El sábado 6 de octubre falleció a los 85 años María Ramona Armas de Bulacio, la abuela de Walter Bulacio. El programa radial Sueños Posibles, que conduce Alfredo Grande, dialogó con María del Carmen Verdú, flamante columnista de ese ciclo que se emite los lunes a las 21 hs. por Radio La Retaguardia. La referente de Correpi habló sobre la vida y la lucha de una mujer a la que ella caracterizó como símbolo y emblema de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi): “como decimos siempre, la gente se muere, esa es una verdad de perogrullo, pero el que lucha no se muere nunca porque vive en sus compañeros”.
El programa volverá a escucharse esta noche a las 21 por La Retaguardia y AM690.

“María Ramona Armas de Bulacio dice su documento pero para todo el mundo basta decir ‘la abuelita’, ‘la abuela’ como le coreaban los pibes por decenas de miles en los festivales, en las marchas, en los actos, en toda la campaña a lo largo de 23 años en torno de la causa de Walter”, la recordó María del Carmen Verdú, referente de Correpi y abogada de la causa por el asesinato de Walter Bulacio.
Walter fue detenido el 19 de abril de 1991 durante una razzia policial en las afueras del Estadio de Obras, donde tocaba la banda Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Fue llevado a la Comisaría 35 de la Ciudad de Buenos Aires junto a cientos de jóvenes. Por la brutal golpiza que recibió estando detenido tuvo que ser internado de urgencia a la mañana siguiente. Una semana después, el joven de 17 años falleció como consecuencia de los golpes recibidos.
El año pasado se desarrolló el juicio contra el comisario Miguel Ángel Espósito por la privación ilegal de la libertad de Bulacio. El acusado fue condenado a tan solo tres años de prisión en suspenso.
“Mary tenía 62 años cuando lo mataron a Walter –relató Verdú– y ella siempre decía, y la cito porque eran sus palabras textuales, ‘yo aprendí a pelear tarde, aprendí a pelear cuando me mataron a Walter’, desde entonces hasta hoy, murió con 85 años, apenas en estos últimos meses que estuvo muy enferma y postrada, dejó de participar de todas las actividades y por eso incluso en el curso del año pasado cuando en octubre llegamos finalmente al juicio contra el comisaria Espósito, no pudo estar presente y lo siguió por la trasmisión en vivo en internet desde su cama, pero todos sabíamos que Mary estaba ahí. Mary medía 1.40 y sin embargo ese 1.40 adquiría una estatura gigantesca cuando se plantaba con un megáfono frente a la comisaría 35 o frente al vallado enorme que protegía la casa del comisario Espósito cuando le hacíamos los escrache, o en Plaza de Mayo hablando frente a decenas de miles de jóvenes que acompañaban las movilizaciones o en los festivales de rock organizados en el aniversario de la muerte de Walte. Y siempre había algo que Mary destacaba y era el agradecimiento a las zapatillas gastadas por caminar las calles cuando la cordura de la época ya en los noventa, ya lejos casi en el tiempo, indicaba que había que caminar con zapatos lustrados y por la vereda, el agradecimiento a los pibes. Mary sabía más de grupos urbanos de rock y de por dónde iban los intereses de la juventud que muchos adolescentes de cada una de las épocas en que le tocó militar”.
Visiblemente conmovida por la noticia de la muerte de Mary, Verdú explicó que para Correpi ha sido un golpe muy duro: “es nuestro símbolo, es nuestro emblema, pero tenemos una bandera que seguir sosteniendo y la vamos a seguir sosteniendo en nombre de la compañera, sabiendo además que justamente en esos últimos años y a partir de que creció y pudo empezar a ocupar su propio lugar, el espacio militante que antes ocupaba Mary en Correpi hoy está cubierto por su nieta Tamara Bulacio. Ella nació después de que mataron a Walter, esa niñita de cachetes regordetes que aparece en las fotos de las movilizaciones de mediados de los ’90 de la mano de Mary, hoy es una compañera hecha y derecha que interviene activamente en uno de los equipos de capital de Correpi, que interviene también en la militancia territorial en su zona que es el departamento de La Matanza, y que nos ayuda a través de lo que ella aprendió de su abuela a seguir sosteniendo esa bandera”.
La partida de Mary se suma a la de Delia Garcilazo, también integrante de Correpi, quien falleció en julio de este año. En palabras de Verdú, ambas son absolutamente irremplazables: “Mary con un perfil distinto al de Delia, sin embargo hacia el conjunto de la juventud del movimiento de derechos humanos en todo el país, del movimiento antirrepresivo es la viva imagen, el símbolo de la pelea contra las detenciones arbitrarias, contra el gatillo fácil, contra las torturas, contras las muertes en comisarías. Y como decimos siempre, la gente se muere, esa es una verdad de perogrullo, pero el que lucha no se muere nunca porque vive en sus compañeros”.
Así es como María Ramona Armas de Bulacio, Mary, la abuela, vive y vivirá en su nieta Tamara y en sus compañeros de Correpi. Es cierto que las que luchan no se mueren porque viven en sus compañeros, pero a algunas, como Mary, las vamos a extrañar tanto.

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