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En una nueva emisión del programa La Retaguardia entrevistamos a la activista trans Marlene Wayar sobre esta nueva experiencia de unidad que tuvo su primera aparición pública en el marco del paro nacional y movilización que realizaron los trabajadores estatales el 24 de febrero en contra de los despidos. (Por La Retaguardia)


Lohana Berkins murió el 5 de febrero pasado como consecuencia de una enfermedad, apenas 19 días más tarde La Colectiva Lohana Berkins hizo su primera aparición en la escena pública, en los espacios de lucha popular: “ha crecido exponencialmente a lo largo de estas 3 escuetas semanas, sabemos que venimos de muchas partes diferentes y sobre todo de otras militancias y activismos a los que no hemos dejado de lado. Yo sigo perteneciendo a Futuro Transgenérico y en La Berkins hay compañeros de los diferentes ATEs, UPCN, de espacios anarquistas, socialistas, kirchneristas, peronistas, hay otros espacios que son feministas o solo de la diversidad y acá confluimos en pos de sostener las diferencias para crear una unidad con un común denominador grande y firme que es que somos antimacristas, antiderecha y desde ahí vamos a empezar a construir”, explicó Marlene Wayar, directora del periódico travesti El Teje y coordinadora de Futuro Transgenérico.
“La otra particularidad es que no somos lo mismo que se viene construyendo, queremos tener una accionar que sea pedagógico, que sea pedagogía de aprender nosotros mismos en el espacio y también hacer acciones que hagan pedagogía hacia afuera por supuesto”, agregó.
La aparición de La Colectiva Lohana Berkins llamó la atención de otras agrupaciones durante la movilización del 24 de febrero. Al respecto, Wayar reflexionó: “creo que es mucho tiempo de activismo y militancia y eso ha hecho mella en la sociedad, yo que tengo larga data, ya con mis 47 años, hemos vivido artesanalmente junto a Lohana y a Nadia Echazú las asambleas barriales previas al 2001, y la asamblea de asambleas donde nos juntábamos todos y todas aprobó todos nuestros reclamos y consignas. Nosotras desconfiamos mucho cuando se dice para una ley, para un intento, para algo, que la sociedad no está preparada, la sociedad puede ser distraída y nunca estar preparada, pero cuando uno le explica de manera coherente algo sí lo toma, no es más que eso. Esto fue paradigmático con el Ni Una Menos, fueron tiempos que hasta la derecha o el tilingo y la tilinga lo hicieron carne, pudieron comprenderlo, nunca es creíble eso de que la sociedad no está madura, yo siempre pienso que las sociedades van adelante sobre todo de las clases políticas”.
En este sentido, Wayar explicó que el hecho de que La Berkins se plegara al paro y movilización produjo un movimiento en los gremios: “uno de los sectores más masculinos, por no decir también que arraiga mucho machismo, pero aunque seamos solo un puñado hoy estamos incorporadas en el Estado como trabajadoras y trabajadores y desde ahí nos sumamos, pero también porque veníamos trabajando para la inclusión, para un cupo trans en la administración pública como ha sido aprobado por ley en la provincia de Buenos Aires, aunque no se esté cumpliendo. Tenemos en La Plata a su jefe máximo (el intendente del PRO, Julio Garro) diciendo que antes de darnos trabajo a las personas trans nos daría un psiquiatra, volviendo a psiquiatrizarnos y estigmatizarnos”.

Visibilidades

Hace muchos años, una de las primeras apariciones públicas de activistas trans se produjo en el marco de un escrache que se realizó a una comisaría de Palermo ante la permanente persecución que sufrían por parte de la policía. En relación al proceso de aprendizaje vivido y experimentado en todos estos años, Wayar aseveró: “lo vas procesando colectivamente creo que muy de a poco, lentamente, pero de manera firme porque es como cuando tu mamá te enseñaba a hacer masa o alguna comidita, o en la escuela hacías algo de manera práctica, esto se aprende a rajatabla, la práctica nos hace incorporarlo casi a nivel corporal y de todo eso quizás al menos yo lo que más he aprendido es que es importantísima la visibilidad. En los ’90 éramos 3, Lohana, Nadia (Echazu) y yo, y estábamos todos los días, cada una parada en su esquina, solas, a la espera de un auto tras otro para cantarle precio, salir o no salir, y eso nos exponía a que también la policía cualquier día nos fuese a buscar y apareciéramos tiradas en el río flotando. La visibilidad en ese momento, la híper-visibilidad nos protegió, si nosotras aparecíamos muertas era claro y evidente que había sido la Policía Federal Argentina, que era nuestro sujeto interpelado directamente, denunciado, y desde allí me parece que hemos aprendido que sobre todo la visibilidad es lo que nos protege, y el poner en palabras de manera clara junto a la sociedad hace que haya un diálogo social que sea fructífero”.

“Seguir transformando el mundo hace que ella esté aún viva”

En cuanto al recuerdo de su compañera de militancia Lohana Berkins, la directora del periódico El Teje aseguró que todavía es vívido: “es como si hubiésemos estado el fin de semana pasado, yo no sé cuándo voy a caer en la cuenta de que mi amiga no está, porque yo estuve en su proceso de los últimos días en el hospital, me quedé a dormir el último día, el día que se durmió, y Lohana nos fue preparando y nos acomodó hasta el duelo. Nosotros llegamos a la Legislatura donde se hizo el sepelio totalmente fuertes y armadas porque nuestro duelo ya había sido en ese momento, nos habíamos quedado con Gloria, su hermana más íntima, a dormir y nos despertó a las 3 de la mañana un poco asfixiada, con problemas para respirar, llamamos a la enfermera y ella nos dijo que estaba teniendo dificultades, que por qué no le poníamos morfina, le dijimos que por favor, que no queríamos que sufriera, ella ya había decidido empezar a que la desenchufen porque ese domingo íbamos a comer una empaneada en su casa y ella quería morir en su casa, lo había decidido, había mandado a llamar al escribano para arreglar su testamento, había mandado a buscar al Padre Charly de Zabaleta para pedir la extremaunción y pedir que esté en su sepelio y le ordenó que se luzca en su responso. Después nos dirigió unas palabras, a mí me ordenó que me corra de mis modos y me dijo ‘sencillito Marlene, no te pongas barroca’, entonces es como que nos ordenó hasta el último detalle, decidió la ropa con que iba a ir al cajón y nos dijo finalmente a todas que no quería que lloráramos, sino que pusiéramos cumbia. Así que mis recuerdos están vívidos, están a futuro, desde el amor, como nos dictó su testamento político, no puedo convencerme de que haya muerto, no creo que me vaya a convencer, me parece que el hecho de que nos haya dejado trabajando, ocupadas y ocupados en seguir transformando el mundo hace que ella esté aún viva”.

A 40 años del golpe genocida

Tal como lo venimos haciendo con la mayoría de sus entrevistados, desde el programa La Retaguardia le consultamos a Marlene Wayar sobre la última dictadura cívico militar de cara al próximo 24 de marzo. Marlene nació en 1968 y en cuanto al primer recuerdo que tiene sobre lo sucedido durante el Terrorismo de Estado contó: “con mis hermanos teníamos una habitación que daba a la calle en el Barrio Montecristo de Córdoba capital, y una noche me despiertan unos golpes secos, como unos cuerpos revolcándose en el piso; a mí me dio mucho miedo, y a la mañana siguiente pregunté en casa qué había pasado y mamá me dijo que no sabía pero que no podíamos salir de noche porque se estaban llevando a las personas. Me dijo que no importaba si eras una persona linda, mala, te llevaban y no hay más relato sobre el tema hasta que empiezo en mi pre adolescencia a cursar junto con el secundario la escuela provincial de cerámica, el profesorado artístico y técnico de cerámica. Allí yo era la única burrumina y tenía compañeros y compañeras que el más chico tenía 25 años y la más grande 60, y ahí mis compañeras sobre todo empezaron a contarme que en este país donde yo había pasado una infancia feliz con mi familia existían 30.000 desaparecidos, algunos eran familiares de ellas y me horrorizó la idea sobre todo del silencio, de no haber tenido noción hasta ese momento y de haber sido en el mismo momento feliz, si me preguntaban la mía era la Familia Ingalls. Esto hizo que pusiera bajo juicio a mi papá y mi mamá, a todos mis adultos de ese momento. A mis padres los declaré inimputables porque ellos se recogieron en su casa a educarnos con el mayor amor posible, con el mayor cuidado posible, y sé fehacientemente que no marcaron a nadie, que nunca nos hablaron del odio hacia nadie, que nunca nos dijeron que había terroristas, nunca formaron parte, se llamaron a silencio porque eran jóvenes con criaturas y obviamente tenían miedo. Mi papá iba del trabajo a casa y de casa al trabajo. Esos son los primeros recuerdos y la primera sensación de espanto por no comprender ese mundo que se me estaba apareciendo ante los ojos”.

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