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Las familias que acampan en las calles del Abasto siguen sin respuesta

Escrito por el agosto 6, 2016


Quienes vivían en el edificio ubicado en la calle Zelaya exigen que el gobierno de la Ciudad les ofrezca una salida viable a su emergencia habitacional. Ana, una integrante de las 23 familias que buscan alternativas para salir de la calle, dialogó nuevamente con el programa radial La Retaguardia para actualizar el cuadro de situación. (Por La Retaguardia)

“Seguimos igual, estamos en la calle con los chicos y lo único que hemos podido hacer es ir a la legislatura, a la guarda de auxilio y todos nos tiran la pelota para todos lados. Nadie nos da una respuesta concreta, seguimos en la calle con los chicos, no sabemos qué hacer, estamos desesperados. Hace mucho frío, los chicos se están enfermando y nadie nos da respuesta. Lo único que nos siguen trayendo es la comida, es lo único. Nos llega el almuerzo a las cuatro de la tarde cuando los chicos salen al mediodía de la escuela y no tienen qué comer. Las mamás estamos desesperadas. No nos traen medicinas”, contó la mujer.
Ana explicó que la clausura del edificio incendiado fue llevada a cabo por el gobierno de la Ciudad, y por eso “el juez dice que no le puede sacar la faja de clausura porque él no lo clausuró. Nos dijo que fuéramos a guardia de auxilio y pidiéramos ahí que sacaran la faja de clausura. Fuimos, nos dijeron que teníamos que poner nuestros propios arquitectos, una organización social nos dijo que nos ponía su propio arquitecto y ahora tiene que entrar a ver cómo está y el dueño mismo tiene que ir para que saquen la faja”.
Pero Ana contó que le alquilaron esa vivienda a un supuesto dueño durante ocho años “y luego nos dimos cuenta de que quien nos alquilaba no era el dueño y prácticamente nos estafaba. No sabemos qué dueño es el que tendría que ir. En todo este tiempo nadie reclamó por el terreno. Nos dijeron que ellos mismos iban a citar al que aparecía en el registro y si no había respuestas, recién ahí íbamos a poder hacer algo. No nos dan a nosotros la orden para que saquen al clausura”, denunció.
La desesperación apareció otra vez en el relato: “No sabemos qué hacer. Quisiéramos saber quién es el dueño para hablar y negociar con él, porque no queremos que nos regalen nada sino tener una vivienda, pero no nos dan información. No sabemos a dónde ir, a dónde recurrir”.
Funcionarios ofrecieron la respuesta de los paradores que funcionan en la ciudad para albergar transitoriamente a gente en situación de calle, “pero nosotros sabemos cómo son. Nosotros somos gente de trabajo, nuestros chicos van a la escuela. Una señora llegó ahí pero le robaron lo poco que tenía y por eso nadie quiere ir porque hay gente de mal vivir. Prefieren dormir en la calle que en un parador”, aseguró Ana, antes de disponerse a intentar descarsar, como alguna vez escribió Andrés Calamaro, en un hotel de mil estrellas… poética manera de cerrar para amortigar un poco la crueldad.

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