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Mirta Baravalle, una historia de lucha y de vida

Escrito por el abril 18, 2015


Esta entrevista la realizamos en octubre de 2011, así casi 4 años. Podría decirse que es una nota vieja. O bien que es una de esas que merece ser leída en cualquier tiempo. Es la historia de Mirta Baravalle, integrante de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, una de aquellas 14 de la primera vez. La de esa mujer que, en la búsqueda de su hija, su yerno y del bebé que podría haber nacido de aquella panza de 5 meses, fue fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo.
En una extensa charla recorrimos su historia, relacionada directamente con los comienzos de esos organismos de derechos humanos fundacionales en la lucha contra los delitos de lesa humanidad cometidos por el Terrorismo de Estado. También hablamos acerca de la importancia de dar testimonio y sobre la esperanza que genera en ella el compromiso de los jóvenes por la memoria, la verdad y la justicia. Pasen y lean. Quizá nosotros no, pero Mirta se lo merece. (Por La Retaguardia)

Foto: María Eugenia Otero

“Siempre cada nota es como la primera”, afirmó Mirta Baravalle al iniciar la entrevista grabada en las oficinas donde funcionaba el Instituto Espacio para la Memoria en octubre de 2011. Fernando Tebele y Beatriz Luque, por entonces conductores de Oral y Público, se sentaron a la mesa del programa de radio sobre los juicios a los genocidas.
A pesar de sentir que cada nota es como la primera, Mirta no se inhibe ante la presencia de los micrófonos y solo se detiene para pensar la palabra que mejor expresa lo que quiere decir.
“Era feliz, porque tenía una familia, tenía a mis hijos, yo siempre había pensado y soñado con ellos. Para nosotros, para mi marido y para mí, no había nada más importante. Yo era feliz de verlos, de atenderlos, de verlos hasta último momento cuando los acompañaba a la puerta, cuando se iban a la escuela, cuando iban al trabajo y cuando los veía doblar ya volvía a mi casa, y más o menos a la hora de volver salía a la puerta a esperarlos”, relató Mirta Baravalle al ser consultada acerca de cómo era su vida antes del secuestro de su hija y su yerno.
El 27 de agosto de 1976, un grupo de militares irrumpió en su casa familiar y secuestró a Ana María, que estaba embarazada de 5 meses, y a su pareja, Julio César Galizzi. Nunca más supo de ellos.
Las madres del amor

“En la época en que la gente, las personas, empezaron sistemáticamente a desaparecer, los familiares fuimos en búsqueda de información, y ya había organismos de derechos humanos en aquella época. La Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), que ya estaba en 1975 porque, después lo supimos, estaban desapareciendo personas en años anteriores; estaba también el MEDH (Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos) y Familiares, que fueron a los que yo de alguna manera fui llegando porque en ese momento desconocía todo. Cuando uno salía a buscar no sabía dónde podía tener información de por qué se habían llevado a los chicos, y en ese deambular de búsqueda uno se iba encontrando con otros familiares que ya tenían quizás otra experiencia triste pero anterior e iba sabiendo de los distintos organismos, pero todo era dentro del estudio, de la oficina, como que era oculto, pero no porque se quisiera ocultar, sino que la gente no lo veía, lo sabían los familiares”, contóBaravalle en diálogo con Oral y Público.
Como tantos familiares de desaparecidos, Mirta fue hasta la Casa Rosada: “nos daban una tarjeta con una fecha en la que teníamos que volver para que nos dieran información, pero todo esto era de manera individual, yo todavía no me había encontrado con familiares o madres. Se dio entonces el caso que un día determinado, no recuerdo la fecha, varias madres a las que nos habían dado esa misma fecha, nos encontramos, fue de casualidad. Éramos 4, 5 o 6, y cada una salía con la misma respuesta que daban respecto a que nuestros hijos quizás se habían ido con su noviecita, cosas que herían profundamente. No fue mi caso, a mí no me lo podían decir porque los habían llevado de mi casa delante de mis ojos. Y ahí fue, un día X, que Azucena (Villaflor de De Vincenti) nos dijo ‘nosotros tenemos que juntarnos, ser muchos, y a lo mejor Videla nos va a dar una respuesta’. Inmediatamente cruzaron los soldados y nos sacaron, pero fue ahí donde Azucena nos planteó el hecho de convocar, y así se dio lo de convocar a los familiares, porque nosotras en ese momento no decíamos las madres, decíamos los familiares. Y a esa convocatoria fuimos 14. Estaban Azucena, María Adela Antokoletz, las hermanas Gard, Eva Castillo Barrios, Pepa Noia, Delicia Miranda, la señora de Caimi, Raquel Marizcurrena, Kety Neuhaus, Haydée Buela… A Esther Careaga y a María Ponce las conocí en Familiares; con Mary salíamos mucho, hacíamos un pequeño folletito en el que poníamos que teníamos nuestros hijos desaparecidos y nos íbamos a algún barrio y los poníamos debajo de la puerta para que alguien supiera, con mucho cuidado evitando que nos vieran. Con Mary íbamos a las iglesias especialmente; yo tengo una guía del año ’77 donde tengo marcadas todas las iglesias a las que fuimos. Las madres de alguna manera siempre estuvimos y estamos en función de ir a lugares donde nosotros inocentemente pensábamos que nos iban a dar alguna respuesta sin medir tampoco las consecuencias como ocurrió el 8 de diciembre”.
El 8 de diciembre de 1977, un grupo de personas fue secuestrado a la salida de una reunión en la Iglesia Santa Cruz del barrio porteño de San Cristóbal, entre ellas se encontraban las Madres Esther Ballestrino de Careaga y MaríaPonce de Bianco.
Madre y Abuela

Cuando Ana María fue secuestrada estaba embarazada de casi 5 meses; su familia supo que alrededor del 12 de enero de 1977 nació su bebé: “fue una fecha que nos dieron –recordó Baravalle–, no sabíamos ni el sexo; y en ese momento si bien yo ya estaba con Madres, sabía que al bebé había que buscarlo de otra manera, porque en Madres buscábamos a adultos y la forma de búsqueda de los bebés era otra, había que ir a institutos de menores, a Casa Cuna, lugares donde podía ser posible que fueran derivados los bebés. Cuando yo iba a (la cárcel de) Devoto, que iba todos los días ya sabiendo que había chicas presas políticas, en las filas me iban diciendo, cuando sabían que mi hija estaba embarazada y que ya había tenido a su bebé, que cuando los bebés tenían 6 meses se los entregaban a la familia, y esa era una forma de expectativa para uno, pero pasaban los meses y eso no ocurría. En esa búsqueda del bebé recuerdo que en Familiares había dado mi testimonio, y pensaba que era la única con esa situación, pero en una de las reuniones había otra madre que también contó que su hija estaba embarazada, y recuerdo que cuando salimos de Familiares las dos bajamos al subte de Callao, y nos quedamos paradas diciendo qué podíamos hacer, pero quedó ahí, pasó el tiempo y cuando nos fuimos enterando que había otras abuelas que estaban también buscando a  sus hijas embarazadas, se fue haciendo una rueda y nos fuimos juntando madres de hijas que ya habían tenido sus bebés y otras que habían sido llevadas embarazadas. El primer encuentro que tuvimos en grupo fue cuando vino Cyrus Vance (secretario de Estado del entonces presidente de los Estados Unidos, Jimmy Carter), que estuvo en Plaza San Martín. Ahí aprovechábamos tanto las madres como las abuelas a ir con nuestro testimonio y poder alcanzárselos, ahí fue cuando nos concentramos y nos encontramos de alguna manera esas 12 abuelas”.
Y así fue como a partir de la búsqueda de sus nietos, estas 12 abuelas crearon un organismo que, en palabras de Baravalle, se concentraba en todas las jóvenes que habían sido secuestradas y desaparecidas embarazadas y en esos padres que habían sido llevados con sus hijos chiquitos. Este grupo de Abuelas efectuó incluso una primera presentación pidiendo por los bebés a la Suprema Corte de Justicia en marzo de 1978: “nosotras ya nos habíamos organizado por 12 bebés, había uno nacido que era Clara Anahí que tenía 3 meses de edad cuando se la llevaron y el resto de los bebés eran todos nacidos en cautiverio, había un bebé que tenía a las dos abuelas ahí, pero era por 12 niños nada más porque no había otros testimonios. Ese día que nos reunimos en la Plaza SanMartín, dijimos ‘vamos a buscarlos de una forma conjunta’ y nos empezamos a reunir en casas de algunas de las abuelas. Recuerdo que una era la de María Eugenia Irureta Goyena, que es la abuela de Macarena Gelman, también nos reunimos en la casa de Julia Grandi, cuya nuera era la hermana de Víctor Heredia”.
Mirta Baravalle declaró en el juicio por elPlan Sistemático de Robos de Bebés: “ese plan no fue algo improvisado, ellos sabían ya de qué manera llevar a cabo ese sistema siniestro. Al principio éramos ingenuas o pensábamos que cuando se llevaban a nuestros hijos los llevaban a una cárcel, que estaban mal pero en una cárcel, y a medida que íbamos sabiendo y que íbamos teniendo un poco más de experiencia, íbamos conociendo cosas horrorosas pero tampoco las mentalizábamos porque sino no hubiéramos podido seguir”.
En algún momento algunas personas plantearon que al restituir la verdadera identidad a los nietos apropiados se les generaba un doble daño como víctimas porque se los estaba sacando de la familia que los había criado de pequeños. Al respecto, Baravalle fue contundente: “a estas personas que decían que nosotros no teníamos sentimientos, yo les decía ‘el que tiene nietos y piensa esto, que los mire si lo tiene al lado y piense qué sentiría si lo hubieran robado, y ante esa situación qué haría, ¿lo dejaría porque ya lo tuvo esa gente que lo robó? No, ellos necesitan rescatar sus raíces, su verdad, su identidad. Cuando vimos cómo la primera niña que pudimos rescatar cambiaba o renacía, confirmamos que era necesario buscar a los chicos que se habían llevado”.
Trascender, de lo individual a lo colectivo

Oral y Público le preguntó a Mirta Baravalle si recordaba el momento en que empezó a sentir que la búsqueda, primero personal y después colectiva, las había transcendido ya, generando un movimiento social: “creo que en realidad nunca tuvimos en consideración eso –afirmó–, porque al principio buscábamos cada una a nuestros hijos, era algo propio, pero cuando íbamos conociendo a otras madres, cuando estábamos y nos preguntábamos cómo era tu hijo, qué hacía, e íbamos haciendo una composición y una imagen de que eran iguales, era una forma de captarlos, de sentirlos todos como uno, porque yo pienso a mi hija, a mi yerno, pero es como si todos de alguna manera fueran un calco, era una generación que ya no era uno, eran todos, yo no los puedo separar, yo no puedo separar esa generación de ninguna manera, porque en todos están, cuando veo los rostros, las imágenes de todos esos chicos, para mí son todos mi hija, mi yerno, y esos chicos a los que no conocí pero con solamente leer el nombre es como que ya los siento, y entonces esa es la forma en que de alguna manera quisimos rescatarlos del olvido que quería imponer la dictadura. Para ellos (los genocidas) iba a ser un golpe más de Estado, hicieron lo que quisieron y pensaban que la gente se iba a someter a los vaivenes como siempre, pero esta vez no pudieron porque esa forma de querer rescatar a nuestros chicos, primero físicamente ya era no dejar pasar un día más sin saber o tenerlos con nosotros, que no pasaran ninguna situación de sufrimiento, pero a medida que uno va lógicamente aceptando muchas cosas, uno va rescatando su memoria y al hacerlo estamos poniendo su presencia, la presencia de ellos siempre está, no importa dónde sea, pero están siempre. Y cuando a nosotros nos llegue nuestro último día sabremos que hicimos todo lo posible para que ellos siguieran viviendo”.
Dar testimonio

“Yo pienso que los juicios que ahora se están llevando a cabo tendrían que haberse realizado hace ya muchos años, se hubieran evitado mayores tormentos en el sentido de que los familiares a través de todo este tiempo tuvieron las consecuencias de la desaparición de sus seres queridos, sin poder alcanzar o vislumbrar una respuesta respecto de los mismos”, afirmó Mirta Baravalle, en diálogo con Oral y Público.
La integrante de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora tiene en claro que la realización de los juicios son muy extenuantes para los sobrevivientes y familiares que deben declarar: “vemos cómo son sometidos especialmente los testigos o las víctimas a tener que volver a aquellos tiempos, a cuando comenzó esa vida de dolor, de impotencia también, y estar escuchando en los juicios a los testigos y escuchar toda esa vida que ha traspasado ya las esferas de lo que es posible o no de canalizar… Si bien es cierto que hay algo muy especial que uno no sabe por qué, de dónde viene esa fortaleza que les permite a los testigos poder seguir adelante, que son parte justamente del conocimiento de todo el horror, de toda la criminalidad que ejerció la dictadura con sus víctimas”.
De todos modos, Baravalle está convencida de la importancia de prestar declaración, incluso lo ha hecho ya varias veces, por ejemplo en el juicio por el Plan Sistemático de Apropiación de Bebés y en el de Campo de Mayo: “yo doy testimonio de alguna manera como testigo testimonial porque yo no tengo nada… es decir, nadie vio a los chicos, no hay testigos, no tengo nada, como miles, los chicos es como que se evaporaron, pero sabemos que posiblemente pudieron haber sido llevados a la zona de Campo de Mayo, pero tampoco es algo que uno pueda realmente reafirmar porque no sabemos, y en eso se fue dando la búsqueda de los chicos”.
Infancia

Al momento de la entrevista con Mirta Baravalle, Pedro Falivene trabajaba en el Área de Investigación del Instituto Espacio para la Memoria. Pedro falleció muy joven e injustamente en agosto de 2013, pero en el año en que se grabó esta charla, era parte del Instituto Espacio para la Memoria asistiendo a los juicios. Falivene vivía feliz en la pequeña localidad de Uribelarrea, ubicada en el partido bonaerense de Cañuelas. Allí nació Mirta.
“Así como de casualidad ella se encontró con una serie de madres en la puerta de la Casa Rosada y dieron paso a la formación de Madres de Plaza de Mayo, nosotros compartiendo un almuerzo en Comodoro Py nos venimos a enterar de que ella nació en un pueblo donde yo estoy prácticamente viviendo. Me contó que se había ido de muy chiquita, a los cinco años, y que no había vuelto, y ahí empezamos a gestar un poco el retorno de Mirta a Uribelarrea”, relató Falivene en aquel Oral y Público de 2011.
“A mí me trasladó a aquella infancia de la que he intentado rescatar recuerdos, y ha sido hermoso y emocionante porque mi familia, mis hermanos, corretearon por esos lugares, mi madre, mi padre, teniendo en su momento sus amigos o colaboradores y siempre es una historia que a uno le parece que son situaciones que a lo mejor uno no le da importancia, pero cuando se les presentan es muy distinta, una se emociona, lo siente y lo vive”, recordó Baravalle.
Falivene remarcó que se trató de una doble apuesta: “ella no fue solamente a Uribelarrea, un pueblito de 1000 habitantes, sino que logramos una movilización con los alumnos del secundario que tuvieron una charla con Mirta, ella les contó su experiencia, se hizo una ronda en la plaza de Uribelarrea, que es la primera ronda de una madre de Plaza de Mayo-Línea Fundadora en el pueblo, y el valor que rescatamos nosotros con los directivos de la escuela, aparte de que estamos fomentando que los chicos quieren que sea ciudadana ilustre y ella se niega, vamos a ver cómo hacemos para convencerla, pero lo importante es que en Capital uno se choca con la realidad, con las marchas, con las madres, pero el acontecimiento allá es un hecho trascendental, nosotros fuimos y chocamos con los chicos para contarles qué pasó en el país y qué está pasando, y acompañar la currícula que se viene dando en las escuelas bonaerenses porque los pibes ya tenían un espíritu porque estuvieron viendo La Nochede los Lápices, además yo les iba llevando materiales del IEM, así que fue doblemente interesante”.
Futuro

“Uno a veces quiere sentirse otra persona, que no es la que está realmente recibiendo toda esta falta de justicia, y yo me suelo poner en un plano aparte y creo que muchos lo hacemos, porque si no no hubiera sido posible llegar a la edad que tenemos y haber seguido soportando tanta infamia que uno ve. Aparte nosotros nos debemos a los 30.000 detenidos desaparecidos porque son la fuerza que también nos da a nosotras para poder seguir adelante, que de alguna manera se va proyectando esa lucha de por qué esa generación dio su vida, que lo podemos ver ahora que a nosotros nos alimenta, y nos da energía cuando vemos a la gente joven que quiere también revertir situaciones de inseguridad respecto a los derechos humanos, y en el sentido del valor que se le da a las personas, así como nuestros hijos querían un cambio social, las generaciones que vienen especialmente las que están ahora, uno las ve con esa fuerza de querer revertir todo lo que hubo durante la dictadura y durante estos últimos años, entonces quizás eso también me da esa fortaleza, al menos yo lo valoro de esa manera, y ese compromiso de seguir adelante y acompañarnos también”.
Mirta Baravalle y un recorrido por su historia, desde su infancia en un pequeño pueblo bonaerense pasando por los comienzos de su búsqueda, que son los inicios también de organismos como Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, hasta su presente de continua lucha, y su futuro con la mirada y la esperanza puesta en los más jóvenes.

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