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Basterra y los represores de la ESMA: “lo que lamentan es no habernos matado”

Escrito por el julio 2, 2015


Basterra en la última marcha
de la resistencia

(Por La Retaguardia)  56 imputados esperan sentencia en este tramo de la megacausa ESMA. 21 están ahí por las fotos que les sacó Víctor Basterra mientras estaba secuestrado en la ESMA. Cerca de 50 de los 56 lo han nombrado en sus últimas palabras antes de los alegatos en el juicio más importante de la historia judicial argentina, en general tratando de descalificar su calidad de testigo. Jorge Luis Borges escribió sobre él tras haber escuchado su testimonio en la causa XIII, conocida como Juicio a las Juntas, tras presenciar su intervención de más de 5 horas, la más larga del juicio. Es la persona que se jugó la vida reiteradas veces para sacar de la ESMA alrededor de 120 fotografías de represores y detenidos, gracias a las que se pudo conocer la cara de muchos de los genocidas que actuaron en ese centro clandestino, como así también los rostros de algunas de las víctimas del Terrorismo de Estado. Por estas razones, entre otras, el testimonio de Víctor Basterra es esencial.
En el marco de una nueva charla durante el programa Oral y Público, que se emite por Radio La Retaguardia, Víctor Basterra habló de la vida y la muerte en la ESMA, del engaño como herramienta para sobrevivir, y de cómo el Terrorismo de Estado le quitó su capacidad para proyectar.

En las últimas semanas, el nombre de Víctor Basterra se escuchó de boca de alrededor de 50 imputados al momento de sus últimas palabras en la recta final del juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en la ESMA, entre ellos, Ricardo Cavallo, Adolfo Donda y Jorge “Tigre” Acosta . Al respecto, Basterra consideró que estos represores están apuntando directamente a atacar a los sobrevivientes, a los testigos, “a las personas que ellos torturaron y dejaron vivir porque les servían como mano de obra esclava. Lo que hoy lamentan es no habernos matado, esa es la realidad, sino estaríamos como pasó en Campo de Mayo que casi no hubo sobrevivientes. Como ellos necesitaban la mano de obra esclava de los saberes y los conocimientos de los prisioneros, entonces hubo una sobrevida. Pero no solamente una sobrevida en la circunstancia inmediata como era estar adentro del pozo, sino que se nos permitió sobrevivir porque ellos pensaban que nos habían quebrado”.
“Ellos tenían una omnipotencia, una especie de superación de los valores y de la vida, porque eran los que determinaban la vida y la muerte de las personas que estaban ahí. En esa especie de enajenación en la que habían entrado ellos, les cabía o les cupo toda la posibilidad de sentirse que podían lograr que las personas dejaran de pensar como lo hacían y cambiarles los valores y principios al ser humano al que habían enfrentado, derrotado ominosamente, y volverlo un tipo totalmente dado vuelta”, expresó Basterra en diálogo con Oral y Público en referencia al plan de Eduardo Massera de pretender transformar a los militantes, sobre todo a los ligados al peronismo, de creer que se podía negociar y hasta llegar a un acuerdo para lograr su reconversión.
En este sentido, Basterra dijo que esto lo han logrado con algunos, pero que la mayoría de los compañeros y compañeras supieron y pudieron resistir: “yo no participé de ese proceso del masserismo en la captación y en el imponerse sobre el compañero y tratar de convertirlo para una política de Massera, porque cuando a nosotros nos secuestran eso ya había pasado; pero quedó el remanente en la utilización de los compañeros y compañeras que tenían algún conocimiento, en el caso mío fue el de gráfico y de fotografía. Pero también sobre mí ejercieron mucha presión, lógicamente la única posibilidad que tenía era hacerme el tonto, y lo hice tan bien que era un técnico tonto, un buen técnico, pero una persona que no tenía pensamientos, no tenía criterio, ni conciencia de lo que estaba viviendo”.
Respecto a qué significaba hacerse el tonto, Basterra especificó: “en la práctica a mí me preguntaban algo y yo no sabía, tenía la memoria únicamente de mi práctica laboriosa; pero después,  en mis opiniones y conceptos no, yo les había hecho creer que si yo zafaba de ahí lo que quería era estudiar radio y televisión o fundamentalmente televisión color para arreglar aparatos, esa era la aspiración máxima que yo tenía. O sea que yo era un tipo con las aspiraciones más primitivas de convertirme en un tecnócrata o tecnólogo de la radio y la televisión color que recién aparecía en esos tiempos. En ese sentido fui un buen actor. Ellos me preguntaban algo y yo no sabía. Un día me dijeron ‘¿vos dónde anduviste, en el Ejército de Salvación, que no sabés lo que pasó acá?’. ‘Yo que sé, a mí me interesa hacer bien este trabajo que hago y listo, no me pregunten nada más, no sé más nada’. Me hacía el boludo, esa es la palabra. Después habrán practicado muchas veces a ver cómo hacían para matarme, habrán discutido cuando cambiaban las administraciones sucesivas, pero yo les era útil porque les hacía la documentación a ellos. Lo que a mí muchos me reprocharon, que me decían ‘vos colaboraste’, pero ¿a qué llamás colaborar?, ¿que todo el mundo sepa quiénes son los tipos?, ¿eso es colaborar?”.
Ante la bronca o especial animosidad de los represores para con él, quizás justamente por haberse sentido engañados, Basterra fue contundente: “ese es un problema de ellos, no mío”.

La capacidad de proyectar

Al ser consultado acerca de si en algún momento de su secuestro consideró que si aún no lo habían matado ya no lo harían, Víctor señaló: “no, yo siempre esperé que me llegara la muerte, esa es la realidad, por eso perdí la capacidad de proyectar. No sé si tendrá una interpretación psicológica todo eso, pero la capacidad de proyectar yo la he perdido totalmente, carezco de capacidad para proyectar, para decir: ‘dentro de dos semanas voy a hacer esto’…, siempre acompaño a quien proyecta, y además he estado haciendo tareas sociales en los tiempos posteriores tras ser liberado, y yo siempre hacía las cosas naturalmente, mucho trabajo, mucha visita, mucho chamuyo, pero no proyectaba la aspiración de lo que yo quería hacer, cuando se presentaban las cosas las hacíamos. (Es como vivir) un día a día, pero hay que ponerle fuerza al día a día”.
Basterra asegura que era diferente antes de su secuestro: “yo proyectaba más, hacía un ayuda memoria y lo cumplía. O por lo menos trataba de cumplirlo. Y eso me lo cortaron, como era todo una incertidumbre permanente, no sabía qué iba a pasar dentro de una hora, entonces eso se me durmió totalmente. Yo hablo de proyección, de poder determinar en mi vida qué hacer dentro de 10 días, y decir tengo que hacer esto, esto y esto pero para llegar tengo que hacer esto otro y esto, pero yo no construyo nada de eso, lo elaboro, en todo caso lo pienso como un sueño y lo elaboro a medida que camino, no es que voy estableciendo una especie de cálculo, no puedo hacer ese cálculo, me es imposible. Generalmente me he enganchado en las buenas cosas en las cosas que valen la pena. Y tener memoria en los tiempos que corren, vale la pena”.
Esta secuela del Terrorismo de Estado no impide, sin embargo, que Basterra se sume a proyectos impulsados por otros: “siempre que tenga un aspecto social, benéfico para el conjunto. Y más si es bien de abajo”.

Escuela de lucha

Víctor Basterra sabe que tanto él como otros sobrevivientes han hecho escuela, ya sea de manera consciente o inconsciente, a través de su forma de pelear. Herramientas que incluso son tomadas y utilizadas por otros luchadores, como son los familiares de desaparecidos en democracia: “se toma casi naturalmente eso porque no es que uno lo inventó, forma parte de una construcción en defensa propia. Yo siempre digo que nosotros peleamos en defensa propia y asumimos determinados compromisos y riesgos en defensa propia y también el resto de la sociedad salvando las distancias, me refiero a lo que hace la experiencia, también actúa en defensa propia, incluso cuando uno ve a los pibes que están, eso es lo que a mí me duele más, cuando uno ve a los pibes que están perdiendo un tiempo hermoso en una actividad ombliguista y perjudicial como es meterse en la droga o en la inercia absoluta o en el ocio excesivo, uno recordando otras épocas dice: ‘qué lástima, qué pérdida de tiempo’; pero eso forma parte también de una construcción por parte de lo que uno llamaría el enemigo para tener mano de obra barata, posiblemente esclava, y que va a ser el recambio de aquellos que hemos tenido un poco más de conciencia”.
Una nueva charla con Víctor Basterra, en la que otra vez nos metimos, a través de su relato, en el infierno de la ESMA, en la vida, la muerte y el engaño para sobrevivir. En las secuelas que el Terrorismo de Estado dejó en muchos sobrevivientes, como el haber dejado en los centros clandestinos su capacidad de proyectar, pero también haber salido de allí con el convencimiento de que había una gran lucha por delante para alcanzar memoria, verdad y justicia, y -tal como le pidió el Gordo Ardetti al propio Basterra- “que estos tipos no se la lleven de arriba”. Ese parece ser el único proyecto que ha podido sostener. No es poco, deberíamos estar agradecidos.

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