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Nicolás Soriano y la difícil tarea de morir con nombre y apellido

Escrito por el febrero 17, 2017


Como Luciano Arruga, Jonathan “Kiki” Lescano y tantos otros pibes pobres en el país, Álvaro Nicolás Soriano transitaba la ruta hacia la muerte como N.N., ese camino que el Estado se encarga de mantener siempre en buen estado, para cuando resulte necesario. Después de la bala policial disparada a quemarropa en la cabeza el 21 de diciembre pasado en el barrio de San Cristóbal en la CABA, permaneció en estado de coma inducido durante unas semanas y falleció en el hospital Ramos Mejía el jueves pasado cuando parecía en recuperación. Al caso de gatillo fácil le siguieron varios motivos para indignarse: su internación como N.N. durante unos cuantos días, hasta que CORREPI logró dar con su familia; el privilegio del asesino, el policía Sergio Damián Lucero (que tras la muerte tendrá que ser indagado), de contar con el asesoramiento jurídico gratuito de letrados del ministerio de Seguridad de la Nación; y el accionar de la policía que, cuando constató el domicilio de la víctima, no informó a la familia que Soriano estaba hospitalizado, sino que estaba detenido. En el programa radial La Retaguardia, María Eugenia Otero y Fernando Tebele dialogaron con Micaela Corzo, integrante de CORREPI. (Por La Retaguardia)

Ser un N.N.

“El jueves 9 nos encontramos a la tardecita con esta triste noticia. Nico luchó hasta donde pudo, estuvo un poco más de 45 días internado peleándola y tratando de aferrarse a la vida lo más que podía pero lamentablemente no le dio más el cuerpo. Es una noticia muy triste para nosotros. Veníamos contentos con toda la lucha que habíamos emprendido: poder recuperar su identidad, poder contactarnos con la familia, no permitir que esté solo”, expresó Corzo, hermana de Rodrigo, asesinado por una bala policial en 2003. “Con toda la impunidad con que se manejan la policía y el poder judicial querían eso, dejarlo solo. Fue una lucha muy grande el trabajo militante exhaustivo que hicimos de ir todos los días, hablar con gente que no conocíamos, ir a una terapia intensiva y encontrarnos con que ahí todo el mundo está triste, con un familiar delicado. Tuvimos ese cachito de sensibilidad de poder hablar con personas y preguntarles ‘¿vos sos familiar? ¿Qué te anda pasando?’, escuchar historias de otra gente. Fue un trabajo arduo hasta que pudimos dar con la familia. Un trabajador del hospital nos dijo que estaba su nombre”, destacó, contando cómo fue que consiguieron dar con su familia.
Sobre la situación del chico, Corzo contó: “Nicolás estaba hacía un tiempo en situación de calle y si bien no tenía contacto con su familia, cada tanto Nico aparecía. Hablaba con sus hermanos, con su mamá, lo iban a visitar sus sobrinos. Nico tiene una familia grande, muy linda, lamentablemente cayó en las adicciones y esto le jugaba una mala pasada en cuanto a las relaciones familiares, pero siempre que pudieron estuvieron al lado de él. Al otro día del disparo les dijeron que Nicolás estaba detenido, pero no les dijeron que estaba detenido en el Ramos Mejía agonizando con un tiro en la cabeza. La hermana estaba esperando la oportunidad para ir a verlo”, aseguró.

La única mano del Estado

“En la causa que interviene, Nicolás estaba acusado por robo. Por dichos, habría robado algún celular, pero no hay nada concreto ni siquiera en la causa; seguramente fue un celular, algo que no es comparable con la vida de una persona… Estamos acostumbrados a que ciertas cosas materiales valgan más que una vida. Tenemos que replanteárnoslo como sociedad. Si este chico robó, seguramente necesitaba plata para sus adicciones y esas adicciones también tienen que ver con un Estado ausente, que son los mayores problemas de los chicos. Un Estado que por un lado les da esta posibilidad de drogarse y perderse en esa adicción pero la respuesta más fácil que reciben es una bala. Tenemos que pensar a raíz de qué los chicos van a robar. No son los grandes ladrones, que viven en countrys, manejan el país, les perdonan deudas a sus padres… esos son los ladrones y a ellos no les ponen una bala en la cabeza como a Nicolás”, denunció la militante de CORREPI.
A partir de la muerte de Nicolás, “en la causa cambió la situación. Lo imputaron a Sergio Lucero, el policía que le disparó. Nos aceptaron como parte querellante cosa que no habían hecho antes. Ahora nos toca trabajar y esperar. Por lo pronto hay una indagatoria. En el caso de Lucero se trata de la cuarta causa judicial, tiene homicidios y apremios ilegales. La figura de apremios ilegales es el nombre que le pone la justicia a la tortura. Lucero estaba enseñado para esto y además tiene el condimento de la impunidad. Lo sobreseyeron en los apremios, en las otras causas tenemos que averiguar su situación pero, por su accionar, estaba acostumbrado a comportarse así”, consideró Corzo. “En esta causa estamos intentando que la carátula cambie a homicidio y ya está imputado. La indagatoria es el 2 de marzo, el mismo día que iba a tener que declarar Nicolás si tenía una mejoría. Si Nicolás no moría, seguramente Lucero continuaba impune”, denunció.
“Intervienen el juzgado de instrucción Nº4 y fiscalía de instrucción Nº25 que tuvo la causa desde un principio. El juez es subrrogante y lamentablemente tenemos una mala experiencia, es el mismo juez que sobreseyó al asesino de Gonzalo Crespo que fue asesinado por una bala policial en Saavedra. Igual, no es un panorama muy distinto al que enfrentamos todos los días; es decir, por más que fuera otro juzgado con el que no tuviéramos ninguna experiencia, es parte de lo mismo, como decimos siempre. Es el mismo Estado. Hace diez años terminé el juicio por el asesino de mi hermano, y cuando nos enfrentamos a esos jueces era lo mismo, diez años atrás, en otra jurisdicción, pero siempre el mismo Estado”, planteó la militante sobre el accionar corporativo de las instituciones de un Estado que esta vez, por la acción de un organismo de derechos humanos, no pudieran utilizar su camino hacia la muerte sin nombre.

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